Marquetería

Se estaba aplazando en este blog una entrada que requiere dedicación en la que iba a preguntar servidora adónde habrán ido a parar los macizos negros que remataban los pitones de los toros, que ya no se ven por esas plazas toros con las puntas negras, que todo el cuerno, quemado, modernamente es del mismo color, pardo, y sin brillo.

Cuando, zaca, me topo con esta foto en la que se nos muestra un refinado trabajo de marquetería, terminado en perfecto lacado a su color, un maravilloso invento visual que no sé por qué me da en la nariz que se ha ensayado este invierno en tierras de México, aprovechándose la nueva organización del toreo en territorio español procedente de los dólares ultramarinos.

El autor del delito no tiene vergüenza, sus cómplices, menos, ¿cuántos hombres estarán en la cárcel con motivos más perdonables que pegarle semejante hachazo al patrimonio cultural de todos nosotros?

O sea, me meto yo ahora en la catedral de Burgos, uy, Burgos y el volcán de la Leticia Ortiz de la Titulitis sacudiendo desde esas rotativas, jijí, qué vida esta, le pego un hachazo al retablo mayor de la catedral que saltan astillas, compongo la figura tras el esfuero, y salgo por la puerta tan ricamente sin que las autoridades y las fuerzas de seguridad del Estado se inmuten.

Se lo dije a Valentín Azcune, venteño de pro, la última

 que ve nos vimos: este año voy a llevar la cuenta de los toros

 que salgan en puntas, lo contrario

 sería un trabajo de chinos, se lidia todo afeitado, más de todos aquellos coletas que al entrar a

 matar pierdan la muleta, mejor dicho, la tiren, porque

 ahora ya no se pierde la muleta a la hora de ejecutar la suerte suprema, ahora se tira.

Bs, Valen, que ya suena el tararí.