Lo cuenta, como casi siempre, el gran Juan Luis Galiacho, que no hace periodismo de toros, sino periodismo, al que acostumbro a saludar en Las Ventas cuando me lo encuentro algunas veces por los pasillos.
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Tras lo de Muro, esto en Albacete, y exigiéndoles encima a los políticos cochambrosos la chiripitiflaútica oficialidad del Toro con sus impresentables profesionales de alta gama a la cabeza, tan blandos para estas causas, no sé qué derechos constitucionales ante la que se avecina en Baleares, que va a ser gorda.
Y para salir a escena no se les ha ocurrido otra idea que inventar una cosa que se llama hashtag, que inmediatamente se ha llenado aquello de macarras antitaurinos colando fotos que dan arcadas y que han puesto a la fuga inmediatamente a los horrorizados señoritos, clamando, tan suyos, a los principios eternos de la buena educación.
Una película deprimente, chiripitiflaúticos locomotoros, que me afectan, contra perroflautas tatuados hasta los ojos que dan lache, música celestial, heavy metal, las dos culturas a falta de una.
Y esos chiripitiflaúticos convocando a la afición desde #FraudealaBalear -¡fraude!, dicen- y los perroflautas, zarrapastrosos, reventándoles el garito en una batalla que desde nuestro bando me da exactamente la misma cantidad de pena que de asco, llegando a avergonzarme, pero risas me dan más todavía cuando me lo tomo a coña.
Incluso tengo momentos de arrebato en los que me alegro. Pueden lapidarme.
Foto: EFE