Ignoro si en estos momentos televisar una corrida de toros en directo por TVE, a primeros de septiembre desde Valladolid, es malo o bueno.
Lo que sí sé es que deberá levantar ampollas, con el debate nacional por fin servido en bandeja con tarta incluida que bien puede darnos en los morros, perteneciendo servidora al grupo de aficionados que considera que las retransmisiones de corridas de toros son siempre nocivas y está una radicalmente en su contra, por principios, y porque el toreo no es televisable.
Pero tampoco sé si el levantar ampollas, ahora, en una sociedad tan ñoña, con un debate de semejante envergadura puesto en titulares y cuando tenemos el agua al cuello, es bueno o malo, que incluso podría ser bueno por la higiene interna que acarrearía. Es por eso que no opino, ni mucho menos me defino, sobre las consecuencias que nos traerá consigo la noticia, ni voto en encuestas, ni muevo un dedo por tal causa.
Ahora bien, cochambrosa me parece la reacción de la chiripitiflaútica afición joven de hoy día, la más activa en la red, afición formada a través de la pantalla y no en el tendido como nos formamos los de mi generación y los de todas las generaciones anteriores, y salvo de la quema a los jóvenes abonados a la plaza de Madrid, nuestra única esperanza.
Lanzando aullidos el párvulo personal desde la república bananera del twitter a favor o en contra de la vuelta de la Fiesta al sofá por la cadena estatal, entendiéndose que el personal ignorante, por inmaduro, no sabe lo que dice porque no lo sabe nadie.
Se ha echado una moneda al aire, así de simple, que está echada muy cucamente por los gobernantes en una política trufada de intereses tan disparatada en tiempos en los que lo que más nos rentaría sería el silencio mediático a esos niveles, y de desear sería así mismo esperar a que los acontecimientos nos diera la respuesta por sí solos, antes de dar caña por delante, a lo tonto, y sin ton ni son.
Me preocupa mucho la conducta de los tuiteros sobre todo en cómo se relacionan entre ellos, demencial, dan la impresión de dos ejércitos en un campo de batalla, y más me preocupa todavía el mensaje que los que van de lidercillos del invento están lanzado al enemigo, que el enemigo principal es el antitaurineo, y vamos a ver si somos capaces de lavar los trapos sucios en casa y que no se enteren de nuestra mierda hasta más allá de la Argentina. Y me preocupa más que nada en cómo la gente joven aficionada, más algún tarrilla provinciano metiendo baza con el fin de hacerse famosete, trata a los toreros de todo signo desde la selva tuitera, a los profesionales que se dejan, claro, mansos de libro.
Y, aunque la crisis de afición que padece la que firma es de aúpa, limitándome a ver toros única y exclusivamente en la plaza de Madrid y habiendo sido servidora una viajera de feria en feria durante años y años, opino sobre todo que es un error tremebundo el desmitificar ahora mismo y de la manera en que se está haciendo la figura legendaria del matador de toros, al rebajarlos prácticamente a unos monigote para que entiendan los avispados abolicionista que carecen de mérito alguno. La impresión que se da leyendo desde fuera estas opiniones, no es otra que un intento desesperado de comunicar y para hacerse el que más y el que menos el 'sabijondo', que un torero no es otra cosa que un simple carnicero, algo caníbal en cuanto nos descuidemos, cargando de razones a la cantidad de cazadores, al acecho, que tenemos apostados tras la mata con la escopeta cargada y con el fin único de aniquilar aquello que nos une, que unos amamos y otros no aman, aunque lo
parezca.
Es necesario achantar o realzar los valores de estos hombres, que los tienen y más evidentes que los del resto de los otros hombres, para no dar munición al enemigo a disparar en nuestra contra, ahora que ya estamos al desnudo en la parrilla peligrosísima de la televisión y quién sabe si a punto de achicharrarnos.
Y lo dice alguien, yo, que considera a los toreros del siglo XXI los peores de la historia, tanto dentro como fuera de la plaza, con la excepción del que todos ustedes conocen que es mi debilidad, un tío como la copa de un pino al que el futuro pondrá en un pedestal, un tío de una pieza tanto en la arena como en la calle.