Miguel Abellán, con el pitón del toro, ya picado, a la altura exacta de las cejas
La corrida venía precedida por una campaña orquesta por la banda de música del twitter, pues los del twitter son especialistas en tirarse en plancha y pegarse unos barrigazos de la leche, y la corrida resultó una corrida muy interesante de ver y de analizar, por muchos motivos, toreros y no toreros, una corrida que también nos sorprendió a aquellos presentes que nunca nos adelantamos a los acontecimientos hablando de toros, pues nos enseñaron que en una actividad cuyo factor principal es la muerte puede pasar de todo lo pasable,
y agoreros, los justos.
y agoreros, los justos.
Twitter y el Plus son como Joselito y Belmonte: algo indivisible.
Una campañita tópica, llena de prejuicios de los jueces supremos de las redes sociales, invento que va a llevar a la ruina a la humanidad completa, a largo plazo, mientras que va a achicharrar ya mismo a algún figurante en particular hecho carbón ante nuestros ojos, y tiempo al tiempo porque aquí hasta la paredes oyen y chivatos haylos en cantidades industriales.
Tópico y tópico y vengan tópicos -¡a ver!- y el tópico de tópicos residía ayer en que los animales eran de sangre Domecq procedentes del encaste bodeguero, con uno en el cartel que había salido en "Mira quien baila" como si salir en "Mira quien baila" fuera un delito para estos guardianes de la integridad folowers o incapacitara para matar toros,
otro un murciano al que nadie conoce salvo el personal venteño que nos curramos la temporada entera, y un valiente mexicano inédito por esas plazas de Dios, al que aquí se le quiere mucho.
Tópico y tópico y vengan tópicos -¡a ver!- y el tópico de tópicos residía ayer en que los animales eran de sangre Domecq procedentes del encaste bodeguero, con uno en el cartel que había salido en "Mira quien baila" como si salir en "Mira quien baila" fuera un delito para estos guardianes de la integridad folowers o incapacitara para matar toros,
otro un murciano al que nadie conoce salvo el personal venteño que nos curramos la temporada entera, y un valiente mexicano inédito por esas plazas de Dios, al que aquí se le quiere mucho.
El que debe de tener malas pulgas por un tubo y eso es muy bueno para ser torero si se paga con el toro, es Miguel Abellán, que se jugó la vida sin trampa ni cartón ya en el primero de la tarde, de rodillas en chiquero y la imagen de David Mora rondándonos, aunque saliera de la batalla como un trapo llegando a la enfermería con una cornada en la axila, tras finiquitar gallardamente a su enemigo, y el riñón herido a punto de salírsele por la boca.
Diera la sensación que aun sufriendo los efectos de los sedantes propios de una profunda exploración por parte de los médicos y tantos golpes en la cabeza recibidos, apareció Miguel de nuevo en el ruedo para apechugar con el toro que le quedaba y no dejar solos a sus compañeros de terna con la gayumbada del Montecillo, era el director de lidia, mientras se cruzaba por el camino con Paco Ureña que iba directo a la camilla de don Máximo con otra cornada gorda. Salía un hombre cosido, entraba otro con las carnes abiertas, y nos regalaron ambos uno de esos momentos historicos que sólo se viven en esta plaza de Madrid y que nos recuerdan que el estar allí, en ese sitio y a esa hora, es un regalo de la naturaleza por el que merece la pena vivir.
No me gustó la corrida, pero la corrida no fue aburrida ni decayó un segundo, corrida de muchas lecturas, mular, caballar, mular por las hechuras, caballar por el tamaño, hubo un brevísimo espacio de tiempo durante la faena de muleta de uno de los garlopos de Joselito Adame, el toro ya picado, luego mermado, en el que se perdía la figura del torero empequeñecida frente a la mole, en una desproporción que nada recordaba el intocable equilibrio entre las fuerzas, deforme el conjunto por completo, visualmente alejada totalmente la composición de lo que debe ser un hombre frente a un toro.
Toros, sí, pedazos de toros, pero no toros de naturales, toros para doblarse con ellos, sobre las piernas el toreo todo, por la cara, doblándoles el cuello sin compasión a base de cintura, a sobarlos sin respiro, con torería, nada de estarse quieto frente a ellos ni de intentarlo, para en cuanto se pueda y mejor pronto que tarde montar la muleta y meterles media lagartijera como buenamente se pueda, sin perder la compostura y arriba.
¿Hubiera aguantado hoy la afición venteña esas prácticas trogloditas de la era del cromañón?
Esta es mi duda.
Alarmo: se da el caso de que llega uno y le hace con
el móvil una foto a la corrida en los corrales,
¡desde arriba!,
y va el que sea y apuesta por un toro, tirándose su correspondiente rentoi
en el twitter para presumir ante los amigos.
en el twitter para presumir ante los amigos.
Así las cosas, se ruega a los escasos twiteros
que crean opinión, que encaucen a los más jóvenes y contribuyan a
su debida formación como aficionados, imponiéndose la cordura.
Lo contrario es letal cara al futuro.