Donde dije digo, sin haber dicho nada en esta entrada, digo Diego.
Se le levanta el palo a Miguel Ángel Moncholi y en la sección de comentarios se explicará el motivo, que tampoco iba yo a darle la de pulpo como algunos han llegado a pensar pues una no es apaleadora y tampoco Moncholi ha matado a nadie, por ahora, que nunca se sabe y motivos podría tener muy comprensibles.
Traje aquí al periodista de Telemadrid, aprovechando como siempre el mínimo material a disposición me lo proporcione Moncholi o el moro Muza, para cebarme con estos dos monstruos de la fotografía. Que si observan los caretos del frígido matrimonio retratado dan miedo y, pueden creerme, dos elementos en pareja maquinando el Mal desde un mismo colchón que han venido sembrando el terror por los contornos venteños y víctimas de sus caprichosas y domésticas sicopatías existen varias, servidora una sin ir más lejos.
Esa mirada de ella mientras clava el cuchillo en un bollo -¡bruja!- y ese perfil carnoso de un chorvo como de caucho picoteado, vade retro, Maligno.
¿Qué te llegaste a creer?, majara, ¿qué me iba a dejar destruir por un mierda de tío de tu inenarrables corte? Cobarde, pía ahora que estoy restablecida, que no tienes medio guantazo, ni hombría reconocida ni el respeto de nadie que no sea el extorsionador conde de Estradas.
Pobre Pepecarlos, quién le ha visto y quién le ve, con el que has acabado y yo me alegro del fin venteño de Fernández-Villaverde aunque se le deba la caída del estúpido aristócrata a un desalmado infantiloide como tú, inombrable, que te llegaste a creer todo un pontífice de una secta de txerris de la txerrijana que delinquían en la red a tus órdenes y con esas presunciones circulabas como muy retrechero, y no eres otra cosa que un vulgar saco de patatas (reboldanas).