Ojo, y alarmo, que con esta bobada de san Antón y sus bendiciones, que cuando yo me criaba a las bestias no se las bendecía pues la bendición era cosa exclusiva destinada con devoción a las personas, la afición taurina está cayendo en un animalismo evidente siguiendo la tendencia de una sociedad a la que le falta un tornillo.
Y se aprovecha la ocasión para recordar a los toristas siglo XXI que lo importante no es el toro, sino el hombre, que nos representa en la arena, y eso que la que aquí firma es torista, o lo era antes de que cuajara esta antitaurina corriente de considerar al toro por encima del ser humano, el torero, porque de lo que se trata para algún recién llegado talibán es de ser más papista que el Papa, santo padre de Roma, que se presta encantada la Iglesia a un jueguecito tan irreverente y ñoña.