Al fondo, como un telón humano, lleno total en el graderío.
Un punto blanco de cal en el centro de la foto y del ruedo, sin se que sepa su utilidad o para qué sirve y fiel reflejo de esa moda de pintar mamarrachadas en la arena cuando a servidora de ustedes le molestan hasta la rayas de picar, dicho sea de paso, que hace el invento desviarse a los caballos que abren filas, se entiende que para no pisarlo, perdiéndose la magnifica composición del paseíllo bueno, que hasta no hace mucho se valoraba también el paseíllo y había coletas puestos en un pedestal por cómo paseaban, ya que no todo es el búfalo y sus bufaladas, talibanes míos, que estáis más perdidos que un pulpo en un garaje y con una empanada mental de tanto encaste minoritario que nos os tenéis y estáis tragando con aberraciones como panes sin que se inmuten vuestras personas.
Más: un grupo, de paisano, a la derecha de la imagen, en el ruedo, de unos mochileros que diera la sensación de que van de fotógrafos en recogida, a las tablas, después seguramente de haber realizado las peores fotos de la historia del toreo, que ya hay que ser malo para hacer tan malas fotos de toros como las de hoy, sin que tampoco se comprenda bien qué pintan los gráficos en el platillo a la hora del tararí y de romper las cuadrillas rumbo a capotes, señores presidentes de las corridas, pongan coto al atropello, que con la tecnología actual y con esas lentes y esos objetivos te pones en el palo de la bandera y, si quieres, le sacas el lazo de la zapatilla a Morante de la Puebla, que esta tarde viene de durse.
Más aun: otro capullo pintón del muy noble oficio del retrato taurino, con un pantalón rosa pitillo que desde lejos le da un efecto como si fuera en cueros, ya en este caso el osado profesional de la cámara casi pisando los medios, todo territorio más allá del tercio, mientras le apunta a la cara a un banderillero de torerísimos andares que marcha en plena concentración.
Por si fuera poco el cachondeo, una oronda joven a la izquierda atraviesa la escena corriendo, echando el bofe la gorda, legua fuera, mallas bermudas de licra a punto reventar, bola de carne salida como de otro mundo -¿qué hace esa tía ahí?- consiguiendo ella solita convertir un conjunto tan clásico y formal en algo verdaderamente cómico, cuando apreciamos flipados que pierde literalmente el culo a zancada limpia ante sabe Dios que menester de urgencia.
Mientras, dos fulanos, uno barrigón con el insoportable pantalón corto veraniego, plaga inmunda que me repugna en todo caballero y que debería estar prohibido por decreto, y un segundo a punto de pegarle un cachete a un hombre vestido de luces cuando se adivina que se encuentra en trance de echar el paso al frente, cruzándose ambos dos fulanos a su antojo entre los toreros y haciendo cachos la sagrada organización con la que se debería abrir, y siempre se ha abierto hasta nuestros días, un acontecimiento que va a decidirse a muerte.
Lo de José María Manzanares con un niño de la mano, sea Manzanares o el moro Muza, y admiro a Manzanares por ser el mejor matador de toros que he visto y me duele porque no se le reconoce su supremacía con la espada justamente porque es Manzanares, ya canta a fin de los tiempos.
Fuera recogimiento, a patear el rito, puerta a la soledad del hombre ante el destino, a frivolizar el atragantón se ha dicho, vamos a restarle importancia a todo desde que se abre el portón, profanadores, demagogos, horteras de bolera, simples, que les están ustedes dando desde su simpleza roma toda las armar al enemigo.
Y lo peor de todo reside en la duda de que si lo ha hecho Manzanares, que marca tendencias, vamos a temernos que durante la temporada que viene cuaje y veamos repetido el disparate, pero eso ya merece capítulo aparte.
Será el capítulo cuando una encuentre la foto del paseíllo de José Tomás, el torero de época al que la historia pondrá en un altar en un espacio muy breve de tiempo y al que determinados abonados del tendido 7 de la Monumental intentaron boicotearle la reaparición de 2008 en Madrid y.., jijí, se recuerda, y se confiesa que yo sigo el lema del maestro Luismi Parrado: "paciencia y memoria", foto por comparación a la publicada aquí del paseíllo de la tarde de los seis toros en Nimes del genio de Galapagar.
Napalm, napalm.
Siento no saber el nombre del autor de la presente fotografía, gran foto
que queda archivada
entre los más válidos documentos, aunque me gustaría saberlo para felicitarle sinceramente.