Iván Fandiño, borroso
Con los mimbres humanos de los que hablábamos ayer repartidos por los tendidos en la entrada anterior del mismo título, campando por esas redes a la suelta, termina hoy la Feria de Otoño del año 2014.
Nunca Madrid tuvo un público tan ingenuo como el que tiene hoy, jamás, y menos cuando nos referimos a un público joven, luego revoltoso.
Los jóvenes de la generación anterior, sin irnos más atrás hasta llegar a la de nuestros venerables abuelos, éramos hordas temerosas en las alturas del graderío y el pulmón de los aficionados que nos precedieron, ya más apagados nuestros mayores, jóvenes nosotros que estábamos acostumbrados a la redada callejera y a tres chuscazos en las costillas sin ton ni son cuando mismamente ibas a por el pan, cojos manteca venteños que algún día se nos reconocerá de qué manera contribuimos a superar en nuestra plaza la pelotera de la Transición.
No os levantéis y no la forméis gorda ahora que os toca a vosotros, ricos, que historiadores vienen detrás tomando nota y las redes son un pozo sin fondo de documentación impagable, que hay sabuesos rastreadores en toda selva, bonitos, y que cargue sobre las espaldas de la gente de vuestra edad la responsabilidad terrible de haber sido la primera generación en milenios de esta tierra, que ha permitido que las fiestas de toros se terminen da la sensación que para siempre.
Claro, a esta banda de tolais a los que me dirijo le suma uno ese taurineo avizor, como águilas al acecho, y salen los carteles de la feria tal cual han salido.
Al milímetro, a escuadra y cartabón hecha, de diseño, la tanga del siglo perpetrada por inteligentísimos tanguistas -a los que felicito sinceramente- contra unos pobres ciudadanos de natural llorón, con la edad en la boca pero amansados como nenazas, profesionales de pasar por taquilla y luego contar la tanga sufrida por las redes sociales, presumiendo de pardillos, para volver a picar a las primeras de cambio.
Una novillada en los carteles para abrir boca del inefable Ricardo Gallardo, personaje del que muchos aficionados nos avergonzamos, para tres muchachos perdidos por las tortuosas sendas de los despachos del toro, futuro clarísimo que nos espera con estos tres, o les esperará a otros, porque yo lo mismo para entonces ya me he pasado al bando de los abolicionistas con el fin de exigirle a la autoridad la prohibición de este matadero vergonzante, de vil y certero puntillazo terminar con él, y así me ahorro de ver la agonía prolongada de lo que fue mi vida y la de mis antepasados.
Lo de la de Nuñez de Cuvillo ya fue 'descarao', una provocación, otro admirable zarpazo dirigido a la cartera ajena limpiamente, sin riesgo ni reclamación alguna a organizadores y organizados, porque aquí movilizaciones no se avecinan, ni se esperan a esas alturas de la película. Excepto, y cuidado políticos de la CAM que aquello se debería convertir en un volcán, el conato de rebelión que precisamente en esta misma corrida se produjo cuando se alzaron los abonados de los tendidos 8 y 9, se volvieron del asiento y mirando al presidente apuntaban con el dedo, calentitos, anulando por completo el chundarata de los fantasmas del 7, territorio por desgracia también perdido para la causa.
Finito de Córdoba, que abría cartel procedente del ¡Hola!, está metido de patas en la nefasta política de rescatar toreros a los que se les pasó el arroz y pasearlos por esas ferias como verdaderas glorias, la repesca es evidente, otro es Abellán, como si esta clase de matadores de toros de mis respetos en lo personal, fueran Antoñete y Manolo Vázquez -vamos, no jodas- y no encontráramos ante la legendaria reaparición ochentera de los dos inolvidables maestros del toreo de nuestro tiempo. Er Fino y Abellán, jijí, ¡viente años de alternativa! por barba como aquel que dice, sin que se les pueda recordar merecimiento ninguno para ocupar carteles de relumbrón en una feria cara.
A la de Cuvillo vino también muy bien colocado, por cierto, en lo ordinal, de tres el del medio, Iván Fandiño, borroso cada día más, aunque la elección a su favor del ganado es causa de inhabilitación para el responsable, que debe ser alguien que conoce muy poco los gustos de esta plaza, o que los conoce demasiado bien.
Y no me cebo con el de Orduña pues ya saben lo poco que me gusta a mí este torero, nada, recordándose cómo nos adelantamos desde aquí a los acontecimientos presentes hace ya algunos años en entrada movidita, con el riego de que casi me crucifican los talibanes y talibanas, y la mujer bomba, y hasta se me achacó la especie de que servidora era el @viejo_taurino sacudiendo estopa desde el anonimato.
Cerraba el cartel en la basura del Grullo Daniel Luque, un quiero y no puedo, pero que va a funcionar nos pongamos nos pongamos porque se necesitan en la industria toreros de semejante coté.
Y lo de ayer, 6 ejemplares de Lorenzo Fraile, toros salamanquinos en producción masiva, a la deriva familiar, pues ya nos advirtió don Miguel de Unamuno, que conocía bien el terreno, que "Salamanca es una ganadería de ganaderos", feos toros, bastos, mal hechos, mansos, pertenecientes a la raza caballar daban la impresión, parecían mulos, la anticorrida de toros para un festejo con un único espada anunciado en la Monumental.
¿Algún aficionado con dos dedos de frente llegó a pensar que Miguel Abellán saldría encumbrado ayer de Madrid o, por lo leído, se trataba de lo de la #ironíaON?
Foto: Juan Pelegrín, el tal Manon