Otra indescriptible, territorio venteño, es Pilar González del Valle y García de la Peña, marquesa de la Vega de Anzo, personaje literario taurino donde los haya, digno de ser perfilado con difumino en un novelón de toros estilo Galdós, con portada de Serafín.
Representante femenina y Maja de Goya en el alucinante Consejo Taurino, plaza de Las Ventas, con el que la CAM le ha pegado otro jetazo como un piano a la afición de la Monumental, a la deriva, y la afición sin alzar la voz mientras defiende auténticos zambombos.
Tanto en la estructura corporal como en el careto a mí la señora marquesa se me parece horrores a la Paquera de Jerez, una en marquesa del Reino de Castilla y la otra una gitana pura del enclave negro de Jerez, exactas si le pusiéramos unos corales a la marquesa y le quitáramos el fular, o el floripondio, que por costumbre lleva echado al hombro contrario a juego con su dos piezas de piqué estampado en atrevidos colores juveniles.
De esas mujeres que parece que siempre viven en verano, su complemento imprescindible es el bronceado tizón, fuera corales, perlas a ella, así que si la dejamos como está y acaso le cortáramos un poco la media melena francesa en degradé, peinándola hacia atrás con ondulados flamencos, habíamos dado esta vez de lleno con Rita Barberá.
Porque la marquesa de la Vega de Anzo, en su escaño secular del callejón, es nuestra Rita Barberá.
El próximo capítulo de parecidos razonables, aparcado por pereza el de Juan Peligrín, retratista de Chopera, estará dedicado a Sergio, de Estíbaliz, en comparación
al señor conde de Estradas, reconocido aficionado andanadista y el que fuera presidente de la Asociación el Toro de Madrid.