La cochambrosa maraña empresarial que rige el toreo, con sus clanes familiares correspondientes, se escenifica ante nuestros desorbitados ojos en Zaragoza, sin que la chiripitiflaútica afición maña, ahora muda salvo excepciones tímidas, conocedora como ninguna de los tejemanejes taurinos de su ciudad y hasta hace unos pocos años tan combativa y plomo, alce la voz, enérgica, y reaccione de alguna manera ante una situación temeraria que puede poner en peligro la temporada de la Misericordia si acaso la autoridades de la DPZ de aquellas amadas tierras, a quienes que se les debería exigir transparencia absoluta con información detallada del curso que toman los gravísimos acontecimientos de los que da cuenta la prensa local,
no lo remedia.
Ni que decir tiene que el mamarracho de Fernando Polo, el ratón vaquero, un hortera karaokero en lo noche aragonesa y activista entre tendidos en otro tiempo con su tópica chaquetita de pana de cabecilla sindical genuino, anda en medio de la balansera y lo mismo se come un truño como una casa y acaba a escobazos, y hasta con un corná bancaria de viático sería posible, tras su pretencioso intento de ser empresario de una plaza de toros de primera.
Lo que llama la atención es que el tuitendido, tan sensible y navajero en otras ocasiones mucho menos escandalosas, no se haya levantado en armas. Y ya que la joven afición misericordiosa anda cinéfila por esas salas venteñas, los interesados en una "policiaca" deben leer lo que pone aquí, aquí y aquí.
Tano: hazme caso, te lo repito de nuevo desde este espacio, una película de toros, no de toreo, serie negra, y a Hollywood llegaríamos de cabeza a por un Oscar para el salón.