He aquí el único hombre de entre todos los hombres que le planta cara a la oxidada maquinaria del toreo, y al toro y de qué manera, trayendo de cabeza en solitario, y desde el silencio, y contra sí mismo, a esta banda de zánganos inútiles de todo orden que se han apoderado por el morro de un tesoro de nuestro patrimonio, propiedad del pueblo español, y lo han convertido en astillas.
Hablando de astillas y de la dilapidación de un bien común por parte de cuatro mangantes a los que todos conocemos y podríamos señalar. Vamos a suponer que cualquiera de nosotros entra en la catedral pongamos que de Toledo armado de un martillo y se lía a martillazos con el retablo del altar mayor, o le da una ventolera y raja Las Meninas, o le mete fuego al Archivo de Indias, y ya pasó con La Piedad, ¿tendría el autor de la fechoría responsabilidades penales?
Lo digo como lo siento, con media docena de tíos así, como José Tomás, yo misma me comprometo a arreglar este Sodoma y Gomorra viciada y a punto de estallar, ¡pero de estallar!, esto salta por los aires, lloverá lava, en que han convertido la Fiesta una serie de personajes a los que estamos obligados a pedir cuentas muy seriamente.
Estamos ante en una maraña de miserables intereses de proporciones tan monumentales que ni ellos mismos pueden desenredar, al nudo gordiano hay que pegarle un hachazo pero ya, a no ser que como estamos hablando de una doctrina sagrada la Providencia nos venga a echar una mano como pasó con la cubierta venteña hundida para los restos por el viento aquella noche bíblica, y como vengo pronosticando entre mi gente se devoren entre ellos en un cruce de dentelladas tan certeras que el día menos pensado amanezcamos y nos encontremos con un fiambre.
Sería una gran solución, que comenzaran a enzarzarse unos con otros tal y como me llega el olfato de que podría estar empezando a ocurrir, pues desde que tengo uso de razón viene repitiéndome mi señor padre a estilo letanía:
"Hija, no olvides nunca que cuando riñen los ladrones, se descubren los robos".