Llegó Morante

Cómo estará mi cabeza repleta de toros a estas alturas del 23 de mayo, feliz cumpleaños, Emilio Muñoz, pariente, que ayer servidora no recordaba que toreaba Alejandro Talavante. Es más, creía que el tercero de la terna era Perera pues no consulté el cartel ya que fue una jornada movidita en lo personal, también tal día era mi cumpleaños, y lo que suelen traer consigo estas fechas telefónicamente, no se lo deseo a nadie.

Fue a la entrada cuando me abrieron los ojos Minuca y su esposo Agustín Díaz Yanes, ay Tano que mi Tano que mi Tano, y entonces me variaron a mí la coordenadas existenciales y descargué inquietudes con san Jorge Laverón, a mi derecha sentado.

Con Finito de Sabadell, quizás el torero de todo el escalafón superior que menos me gusta, y un Perera que no me dice nada pero podría empezar a decírmelo, me planté en la plaza únicamente con la intención de ver a Morante de la Puebla del Río Guadalquivir, con el cebo añadido de que los toros anunciados eran de Montalvo.

A mí como aficionada me cabe perfectamente lo de ayer de Morante en la cabeza, como lo de Morante se han visto mítines a barullo de gente infinitamente más dudosa que Morante y para nuestra desgracia ya no se ven, que esto está plano, como el encefalograma de un muerto, payo, soseras, sin pizca de gracia, un muermo de toreo que no hay quien lo aguante.

Dicho lo cual, y con Talavante diciendo aquí estoy yo frente al manso de Juan Ignacio y esto que ven ustedes es el aperitivo para empezar mi feria, aquí en los medios y durante este vendaval así torea mi cuerpo serrano al natural, quietas las plantas, muy vertical, sólo le queda a una volver a cebarse con la plaza de Madrid y sus actuales circunstancias.

¿Por qué no dio Talavante la vuelta al ruedo? ¿Quién le cortó el paso cuando amagó con iniciarla? ¿Qué tiene que hacer un hombre para pegarse una vuelta al ruedo en esta plaza? 

Porque si la faena a la que me refiero no era de vuelta al ruedo y alguien la interrumpió por lo que fuera, incluso por ignorancia, aquí hay que empezar a sacar los pies del cesto y a arriesgar el pellejo nuevamente, se ha dicho. Comenzando a tirar de la manta de verdad, en lo taurino, ojito, que a mí no me interesan las historias personales y nunca me meto donde no me llaman, algo muy fácil el hincarle el diente al tema pues todo lo tenemos escrito y ordenado, denuncias sobre el historial, como aficionados, de un sector muy definido del abono de Madrid -saludos, Rosco, que eres un señor, limpia el 7, tío- remontándome únicamente, y con precisión, a escasos diez años atrás.

Que mató mal al tercero de la tarde Talavante dirán algunos. Mentira, y se advierte que servidora no repasa vídeos ni analiza imágenes de ningún tipo luego mi opinión es meramente visual desde el tendido, pues Talavante se colocó muy bien al cuadrar, una miaja el estoque apuntando arriba, se tiró derecho, como un rayo, y cayó la estocada defectuosa porque el toro le hizo lo que me pareció un extraño.

Aquí la clave sería conocer quién decidió embarcar 

esa corrida de Montalvo, ¡ese error que pagaron todos!, cuyo principal 

defecto es que la corrida era muy fea, feísima, era un zarrio. Porque locos estamos lo 

justo y aquí gente venteña existe, todos aquellos

que nos chupamos la temporada

 entera, que venimos observando

 con verdadero placer el acertado trabajo ganadero de 

Juan Ignacio Pérez-Tabernero. Y además 

los que han visto la corrida lidiada en Sevilla días pasados

de mismo hierro salmantino, llegan hablando 

maravillas de ella en cuanto a presentación y juego.