viernes, 8 de julio de 2016

Lo que faltaba



Bueno, pues ahora la novedad entre los jóvenes aficionados del siglo XXI surgida en el presente San Fermín consiste ya desde las ocho de la mañana, ni siquiera entrevistos los toros venteños por el periscope de @aibabur555 apartados, en saber y hacer público, más papista que el Papa el personal imberbe, si los toros son bravos o mansos. Les basta para tamaño descubrimiento con sólo olerlos trotar a galope por la Estafeta desde la patera del sofá, vía televisión, el ojo recién despertado.
Pobrecitos ignorantes, papagayos, no aprecian ni aunque les abras la mollera de certero cachetazo la esencia misteriosa del comportamiento de un toro de lidia, peste de resabidos, me muelen, incapaces de entender que el comportamiento del toro se asemeja extrañamente al comportamiento del Hombre y ahí está la miga, uno te lleva al otro, único animal, el toro, con un especial sentido que le diferencia de todos los demás nacidos de cualquier especie.
Mirad, bonitos, y os lo explico muy fácil para que lo entendáis como si una fuera vaca brava, que lo soy, el encierro es la huida, la fuga, yo como vaca lo sé, el correr, el atropello y el pelotón. Lo opuesto a estar y saberse acorralado por la tarde en la inmensidad del ruedo, en círculo, perdido, sin referencias, frente a un solo punto que se mueve, que entonces es de verdad cuando tienes que sacar todo lo que llevas dentro, bueno o malo o regular, a sangre, y si te tienes que llevar por delante a cualquier coleta, ralo, vas y te lo llevas porque para eso eres un ejemplar de casta y no de calles repletas de julais.

Nota: se rogaría que se destacaran las cualidades de los toros únicamente después
 estoqueados en la arena.
Gracias, majos.

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