Al enterarme esta mañana de la muerte de Terele Pávez, grande entre las grandes, una diosa como tienen que ser la diosas, me he acordado inmediatamente de mi inolvidable amigo Pepe Boloix, que fue quien me la presentó hace ya muchos años una noche en La Vaquería, yo acompañada por Enrique Morente y por Paco Cortés, que veníamos del cine, de los minicines Magallanes, parada anterior obligada en La Nueva, mi barrio, y ando revolviendo en mis memorias, cuando en Madrid las estrellas del espectáculo
-del deporte o del toreo- salían y alternaban con los demás mortales sin miramientos, y no como ahora que viven blindadas en urbanizaciones matadoras sin mantener contacto ninguno con la realidad de la puta calle.
Descanse en paz Terele, nuestro pésame a su único hijo, Carolo, y adiós a una mujer irrepetible, la rebelde de las tablas con voz de trueno, la dramática de las tragedias griegas de cuando Eurípides con su toque cómico muy para paladares finos, y era bellísima.
Los hombres la consideraban una fiera y la temían, yo, no.
Hablando de Pepe Boloix, se aprovecha la ocasión para comunicarle
a Ángela que tiene un recado, llegado hoy mismo, de parte de Soledad Cobos en una entrada antigua titulada Recordando a Pepe Boloix de este mismo blog.
Gracias por vuestras visitas, estimadas Ángela y Soledad.