Con esta moda de dejar entrar a todo zurriburri a las fincas de bravo como si las fincas fueran puticluses de carretera esperando al regreso al personal putero, cuando las fincas deben ser lugares de retiro espiritual, como de clausura animal, misteriosos, posee la plebe un mogollón de material gráfico como para hundirle la carrera al más molón de los ganaderos.
Tenemos, dicen, al público torista decepcionado con la corrida de ayer de Pedraza de Yeltes lidiada en Madrid y una se pregunta quién es Pedraza de Yelte y a qué viene tanta decepción con Pedraza de Yeltes. Siempre este blog alzando la voz y vitoreando hasta el delirio a José Ignacio Sánchez, matador de toros, torero de los pies a la cabeza pasando detenidamente por su perfil aguileño en cárdeno de charro grande, aún a estas alturas del siglo saboreando mi persona
aquel faenón en aquella feria de Salamanca a un toro de San Román.
Ya digo que esto de abrir la dehesa de par en par a los julais de las capitales, que trae beneficios a la corta pues Madrid ya no es Madrid y algunos están más visto que el TBO, puede acarrearle la ruina a más de uno, más la rechifla pública, y hasta incluso nos hemos visto expuestos con la bobadita de algunos popes del graderío venteño de la internet, a que un suponer y sin ir más lejos a José Ignacio Sánchez estos años atrás se le hubiera relegado a pasar a la historia del toreo como un buen ganadero, segundo plano y sin demostrar todavía, mientras se sacrificaba en el olvido, apagándole el oro, su santo nombre de extraordinario y purísimo intérprete de la mano izquierda de torear.
Así, con documentación en mano el consumidor, circula hoy por las cañerías infectas de las redes sociales, un toro antes y después del chocolate Matías López, disponiéndose por tierra, mar y aire, de las dos fotografía que salen aquí para conocimiento del personal no twiterro: del mismo toro, exactamente como posaba en el campo en la primera de ellas, pareciera así mismo que ya tocado del izquierdo, mientras va el troglodita Juan Manón Peligrín y lo retrata en primer plano al saltar al ruedo, ya humanizado en el mueco y luciendo el toro como nuevo.
Que si por el tono mío se pudiera entender que me tomo el grave asunto de lo que está ocurriendo hoy con los pitones de los toros a cachondeo, sí, que si estas opiniones vienen a sumarse a la de los aficionados que desde diferentes frentes han denunciado con imágenes la indiscutible fechoría, sí, también, vengo a arrimar el hombro, sinceramente, además servidora es de esa clase de mujeres aficionadas que prefieren un renacuajo en puntas que a un armario mutilado con pintas de lactante.
Lo que me llama la atención del caso es el revuelo, y aquí si saco ya la cara por el ganaduros titular y por José Ignacio, pues da la casualidad de que la práctica del afeitado campa, pero vamos que si campa, que aquí no vemos un toro en puntas desde hará lustros, tal y como lo digo y a mi manera de ver, considerándose injusto que sólo los responsables de Pedraza de Yeltes carguen con el mochuelo, mientras otros hacen los mismo, o más, y no son detectados.
Pasa una cosa también y esta si que es gorda, y es que la peña talibán, por edad, no ha visto un toro en puntas en su vida, no saben lo que es ni como es, todo lo que llevan visto está enfundado, así que cómo van a exigir las criaturitas un animal que no conocen.
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