Fracaso de El Cid ante seis toros de mister Victorino Martín, seis toros, seis, y fracaso de todos nosotros desde el primero al último y repasado sea el catálogo completo de la totalidad de individuos e individuas que formamos parte de este espectáculo.
Fracaso absoluto de El Cid, de él solo, el valiente que se atreve, el hombre que representa a los demás hombres en la arena
-"¡baja tú, pringao!"-
y al que encerraron ayer en Las Ventas con seis navajeros canos para relanzar su carrera y elevar su nombre por esas ferias de Dios, a la deriva.
Mas los navajeros dijeron que verde las había 'segao' y que ellos no habían nacido para ser humillados y masacrados por infames cuadrillas de tíos vestidos de plata, El Cid hundido y abandonado a su suerte, en la afamada dehesa rayana con Portugal de Las Tiesas de Santa María, por Portezuelo, Cáceres.
Conozco a un anciano, muy anciano, que mantiene, así lo ahorquen,
que todo lo que nace en esa zona concreta de los riberos del Tajo, parte lusa correspondiente
incluida, nace bravo, y eso Victorino Martín también lo sabe. Porque la bravura
también la da el terreno, todo contribuye
a la bravura, tierras bravías, especies bravías, ya que no es lo mismo que te pique una avispa
de las de Rosmaninhal en pleno agosto a la hora de la siesta y con las chicharras de fondo, pongo
como elemental ejemplo, a que te pique una de Donosti un domingo de playa tomando el sol en la Concha.
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