domingo, 20 de abril de 2008

Pepecarlos, new look


12 comentarios:

Anónimo dijo...

Señora condesa, con todos mis respetos, esto dice poco de usted. Sea usted una dama y no se insulte a sí misma. Si trata así a un hombre con el que usted tuvo una relación (dicho por usted misma), en poco se valora, a no ser que le gusten los perros. Todos conocemos al señor al que se refiere y la conocemos a usted. Muestre su dignidad y no caiga en estas bajezas. Será lo mejor para todos.

Anónimo dijo...

Anónimo: gracias por la visita, pero permítame decirle que encuentro scomentario profundamente machista, ahora que como comprenderá nos encontramos más sensibles que nunca ante esta lacra.

Para empezar me gustaría aclararle, si es que usted se acaba de incorporar, dos cosas:
1 - que en este espacio solo está montado con la intención de dar mi respuestas al señorito Pepecarlos, única y exclusivamente, repito, ante unos hechos sucedidos que nada más nos pertenecen a ambos.
2 - que para conseguirlo me he impuesto no entrar a ninguna clase de trapos de la cantidad que me lanzan diariamente. Me da lo mismo, no me voy a dar por aludida hasta que no se toque mi intimidad, ya pueden, ni me pienso inmutar así me llamen devoradora de niños. Tonta no soy, Anónimo, y de quijote tengo lo justo, así que usted entenderá que no voy a plantearle batalla a los molinos de viento, sino a concentrarme en mi objetivo, ni que una fuera tonta como para meterse ahora en camisa de once varas...

Mire, apela usted a la dignidad, manida palabra que al hombre moderno le encanta sacar a relucir cuando se pone rimbombante. En este desagradable asunto en el que usted a entrado a opinar, apela a la dignidad. Bien, pero yo apelo al honor que, aunque en las sociedades modernas se ha perdido todo sentido, aún queda gente que no permitimos que se nos pise por un capricho. Le informo que yo, por elección propia, me he formado dentro de una comunidad, quizás demodé para su gusto, en la que las ofensas de honor se llevan hasta situaciones terminales, así que para usted la dignidad y, en mi derecho, para mí el honor.

Pero olvídese usted de estas pasiones si acaso no entiende la reacción mía tan fuera del tiempo, ¡el honor!,¡vaya osa!, pues una viene de donde viene y, si sigue sin comprender, lea a Ortega. Honor. Y, por supuesto venganza, ese territorio de uso tan particularmente femenino, que tiene la historia de la literatura repleta de grandes mujeres que no se estuvieron de brazos cruzados ante humillaciones carniceras que sufrieron. Repase Medea, ¿Medea fue una mujer sin dignidad?

La condesa de Estraza

Pd. No quiero que olviden ustedes que soy una mujer de medio. Digo esto porque este anónimo comentarista saca la cara por Pepecarlos en un post que no contiene una sola palabra.
¡Qué razón va a tener mi director cuando me pondera tanto la debida ilustración del texto!

Por otra parte, vengo observando como si los machacas de este galdosiano Juanito Santa Cruz, de momento veladamente, intentaran como poner en duda la relación larga e intensa que mantuvimos este chorvo y la que firma, y eso, en cuanto yo comience aquí a reproducir papeles, será causa de verdadero regocijo para la gente que está respetando mi postura.
Aunque tampoco me extraña que el condesito de la coletita y el anillito en el meñique, ande negando por ahí que tal desgracia nos ocurrió a ambos. A más de uno también le ha negado dos relaciones con dos señoras que tuvo, bueno, dice que no se acordaba, porque este sujeto no conoce el decoro.

Anónimo dijo...

Perdón, pido disculpas por las faltas, a, con h, entre ellas. Aunque conociendo la ortografía, lógicamente, yo escribo de oído como Camarón cantaba de oído.

Lo aclaro no sea que aparezca por aquí mi corrector particular, ese caballero que me considera señora por mi edad y no por mi estado civil. Qué nivel, Maribel.

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

Realmente, anonimo, yo veo una frase y una foto, ademas buena, pues que quiera que le diga lo considero gracioso, divertido y refrescante para cualquier blog que todos van sobrados de letras.

Ahora para verlo asi hace falta sentido del humor, y si se tiene no sabe lo que se disfruta viendo reacciones como la suya.

Estoy seguro que en un entierro se siente ocmo pez en el agua.

Anónimo dijo...

Señora Condesa, no deberia Ud. dejar la medicacion.

Anónimo dijo...

Disculpe si en algo mi comentario ha podido molestarla en algo. No es mi intención. Sus lances de honor sólo usted los conoce, y está en su perfecto derecho de librarlos (no pretendo yo entrar en esa batalla). Sólo decirle que la vi el verano pasado montando un escándalo en Las Ventas, increpando a este hombre, y me pareció bochornoso. Por eso le digo que quizá no debiera usted ponerse en evidencia de esa manera. Resuelva lo que tenga que resolver calladamente. Pero es sólo un consejo, no tiene por qué seguirlo, claro está. Sin más que decir, le saluda atentamente este anónimo que seguirá viendo su blog porque le interesa y considera que tiene usted verdadera gracia y soltura escribiendo y que, además, sabe mucho y bien de toros.
Un saludo, señora.

Anónimo dijo...

Me suena eso de sacar a relucir la dignidad de las mujeres,
cuando nos la han machacado
que no es otra cosa que para hacerno
callar. No te calles,
condesa,
y te animo.

Yo fui maltratada,
hasta tuve que soportar la amante
de mi marido metida en nuestra casa,
y cuando hace muchos años quise denunciar los palos que recibía
fue mi querido padre ya fallecido el que me dijo
que no lo hiciera,
por mi dignidad.


Otra cosa,
me llama la atención la cantidad
de defensores que sacan
la cara por este homnbre tan antipático...
Por que no se defiende él o manda callar a los amigos???


FINA ( feminista hasta la muerte)
por

La condesa de Estraza dijo...

Aplazo la contestación de estos últimos y jugosos comentarios para mañana. Estoy muy cansada, buenas noches, zzzzz.

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

Hablando de medicación, la última gran noticia que he tenido en mi vida ha sido el alta médica que mi médico me dio el 19 de marzo pasado, día de San José. Poeta este doctor especializado en dolencias del alma, que yo creo que escogió ese día para hacerlo coincidir con el santo del loquitonto de Pepecarlos como aquel que al elegirlo procura que para el futuro se conmemore una batalla. Prueba superada, llegarán otras, pero de momento sólo me queda desinflarme del efecto que me ha producido el severo tratamiento que me recetó.

Estoy segura de que Fina es una mujer, mayor en edad y conocimiento, que puede pertenecer a mi pandilla de amigas a las que llamo Las Sabias, a la vieja guardia femenina a la que me arrimo cuando a veces necesito a mis mamas.
Querida: pones el dedo justo en el agujero por donde se le va el aire a este globo. Es cierto, este tonto ciudadano, al que respeto su silencio, pero, ojo, nadie ha desmentido lo que vengo diciendo y vengo echando batracios, debería mandar callar a su pandillita a la hora de meter caña aquí. Sobre todo, si los ataques vienen sin firma: cobardes de mierda.

PARA ANÓNIMO,
No es usted un tipo de fíar, forastero, pues mientras adorna su discurso con floreados reconocimientos a mi persona parapetado como un zorro en el burladero de esa trampa que se conoce como "las buenas maneras", sibilinamente me recuerda uno de los días más amargos de mi vida. Negro día, tan negro, que nada más salir de ese festejo que usted aprovecha para lanzarme una pedrada desde su infame anonimato, volví a la cama, y, para su conocimiento, ese fue el día de mi última crisis, terrible crisis, no lo quiero ni recordar.

Que sepan todos los lectores que yo en esta historia he metido mucho la pata, que lógicamente he cometido errores pero que no me arrepiento de ninguno, los asumo, y serán también contados, así que comienzo por relatar lo que pasó.

Fue el 12 de agosto del año pasado, como estábamos en plena canícula unos cuantos amigos con localidades dispersas por toda la plaza, para no pasar la corrida cada uno por su lado, decidimos aquella tarde ir juntos a Las Ventas. De sacar las entradas todos, excepto la mía pues tengo pase de prensa, se encargó Jaime Urrutia, Jaime Caligari.

Cual mi sorpresa que al llegar a la plaza, me entero que las localidades adquiridas no eran otras que una docena de localidades para la grada de 7, y... le eché valor porque de lo contrario me habría quedado descolfada de un jornada de Rastro que fue muy divertida desde primera hora de la mañana.

No me di cuenta en su momento, pero posteriormente reparé en cómo mis queridos amigos se habían sentado de tal forma para conseguir que mi persona no fuera capaz de ver los alrededores. Hasta logré olvidarme y conseguí meterme en el festejo, que no fue otro que aquella corrida de mulos de Hernández Pla, corrida entera de banderillas negras.

Pero uno de mis amigos, historiador con plaza en una Universidad china, que estaba de vacaciones y no controlaba del todo el coté, al tercer toro saltó:
"no me lo puedo creer, el marques de la Moto de Maroto aplaudiendo al toro".

Ahí cambió mi estado, al descubrir al cabestro de Estradas, rodeado de muchachas con su roneo, con la sobona que siempre lleva al retortero (pobre mujer, lo que le espera) de madre abadesa del encantador grupo. No soy celosa, en absoluto, nada, pero sentí como una punzada en el corazón cuando descubrí a este cerdo, a escasos tres metros de mí, soltando unas carcajadas de oreja a oreja y con mucho aparato de gesto contemporizar a carcajadas con sus chicas. No me molestó verle con la pobrecita de turno, a la que despreciará, sé sus gustos, pues lo que me incendió y me puso la cabeza como una hoguera fue notarle tan feliz, provocando con su alegría mi pena, sin la menor actitud de repeto hacia mi dolor, verle que en lugar de intentar calmar mi angustía, la precipitaba.

Aquello terminó como el rosario de la aurora lógicamente, sobre todo cuando una señora casada y muy célebre entre asociaciones de aficionados, se interpuso a la salida entre los dos, saliendo en su defensa, mientras me aplicaba a mí un codazo intercostal, del que llegué a tener un tibio hematoma, y parte existe.

Madre mía, cogí mi página de los miércoles y reventé el tema, y está publicado y cuando llegue el momento saldrá aquí ese texto y no me da la gana escribir más hoy del señorito Pepecarlos, porque lo tengo que hacer sobre Alejandro Silveti, que me pone muchísimo más.

Por último, Anónimo, deje de pasarse por aquí, ande.

La condesa de Estraza

Pd. de lo rápida que se nos presentó la última etapa de mi cura, tiene mucha parte de culpa este blog, luego ustedes, a los que jamás les estaré lo suficientemente agradecida.
Un beso muy cariñoso.

Anónimo dijo...

Sra. Condesa, no piense que soy un pelota, pues no puedo hacer la pelota a alguien a quien no tengo EL GUSTO de conocer, y además no va en mi estilo, pero uno que ya esta curtido de mil batallas amorosas y de vuelta de casi todo, cree entrever, que ese individuo es un mal tipo.
Yo que me he visto en alguna situacion sililar y precisamente en Las ventas he optado por desaparecer, en evitacion de males mayores y para evitar provocaciones.
Si la sirve de algo que sepa que en este momento me estoy tomando un gin-tonic de Bombay Saphire, como mandan los canones a su salud fisica y amorosa. Queda invitada.
Salud
El Coronel

Anónimo dijo...

Coronel: pensaba dar por concluido los mensajes de este post, sin palabras, habiendo ocultado el motivo del por qué había sido ilustrado únicamente con la foto de un perro Lulú. La hiena Anónimo, picó, y seguramente debido a una identificación mental que le traicionó, salió muy indignado por los cerros de Úbeda en defensa de este mamarracho peatón. Para nada era esa mi intención pues solo pretendía que saliera aquí un perro para cuando llegue el turno de contar en este espacio el trato que le dispensa este señorito de pan pringado a sus tres mascotas de carísimo pedigrí: Yago, Trufa y Berta, y lo que a mí se me dijo al respecto.

En cuanto a lo que habla de que se le pudiera considerar pelota, por dios, además de no conocernos usted y yo de nada, ¿cómo alguien va a pelotear a un ser humano normal y corriente como soy yo?.
Todo lo contrario, tanto usted, Coronel, como otros caballeros que pasan fijos por aquí, me están prestando una ayuda moral impagable desde el más generoso de los desconocimientos personales.

Ha dado usted en el clavo, la conclusión final del caso llegará cuando yo sea capaz de demostrales a los lectores que estamos ante una mala persona (en el sentido exacto de la expresión).

La condesa de Estraza

Anónimo dijo...

Parece que está la cosa calentita. Resulta que me encuentro trabajando y ha entrado un mensaje, cariñosísimo, al que no le voy a dar paso por que no quiero líos de tres pesetas. Y no quiero líos de tres pesetas porque no me encuentro en condiciones de desperdiciar un gramo de pólvora del arsenal que le tengo dedicado en exclusiva a Pepecarlos. No, no es de Kalikatres el comentario, ese martillo de herejes y voz rebelde del Concilio Zaragozano II, que es Kalikatres e bloguero taurino que lleva todas las papeletas para comerse los marrones.

Pero nuestro amigo que firma el comentario que no va a salir pone una cuestión en el tapete, que me gustaría aclarar con más datos. Se trata del tibio hematoma al que me he referido anteriormente, que no es que yo fuera con el hematomita corriendo al forense para que tomara nota. Para nada, no soy persona de esas, un hematoma más un menos a consecuencia de la refriega de la vida, no tiene a mi manera de ver la debida importancia como para la buscarle a una loba la ruina.

Lo que pasó es que, al retroceder servidora en la terapia y volver al trullo del médico a jornada completa, éste siempre nos hace un profundo reconocimiento físico por si acaso el paciente se ha autolesionado. Que no era mi caso, pero por si las flais, y lógicamente como es su deber el doctor lo hizo constar en mi expediente, tras explicarle yo a qué se debía, conociendo como este hombre conocía obviamente todos los nombres de los personajes, principales, secundarios, extras y figurantes, de este culebrón.
También me recuerda que un cacho de carne con ojos hace muy pocos días se guaseó de mi dolor, tranquilo, amigo, que no lo he olvidado.

Nada más, queda cerrado es post, a ver si soy capaz de hincarle el diente a mi Silveti.

La condesa de Estraza