sábado, 30 de agosto de 2008

Muerte

Tanto Gitanillo de Triana como Luis Miguel, discretos, se quitaron rápido de aquel barullo de la enfermería con el fin de no interrumpir a las asistencias, una vez que Luis Miguel se ofreció a donar sangre, aunque no resolvió nada su oferta pues pertenecía a un grupo distinto y de niño había sufrido fiebres palúdicas, según nos cuenta Carlos Abella en la biografía que firma del torero de la calle madrileña de San Bernardo.
Luis Miguel, una vez en el hotel, llamó a su hermano Domingo, que estaba en Madrid, rogándole que llevara inmediatamente a Linares al doctor Manuel Tamames. Cosas de Domingo Dominguín, destacado miembro del Partido Comunista en la clandestinidad, que sin pensárselo dos veces se puso en contacto con el falangista José Antonio Girón, ministro de Trabajo desde 1941, al que pidió un coche de gasolina, más rápido, que le fue facilitado inmediatamente desde el Parque Móvil.
Al mismo tiempo, y por idea de K-Hito, se acordó que Gitanillo, gran conductor, saliera con el veloz Buick de Manolete en busca del doctor Jiménez Guinea, médico de cabecera de Manolete, que viajaba también desde Madrid a Linares en un lento automóvil que a su disposición había puesto el matador de toros Manolo Navarro.
Mientras, en la enfermería se tomaron sobre la marcha dos decisiones. Camará le atribuye la primera a Álvaro Dómecq, hombre orquesta de aquella tarde descompasada, que consistió la desafortunada ocurrencia en mandar pedir plasma a un hospital cercano por si cuando llegaran las eminencias madrileñas fuera necesaria su aplicación.
La segunda decisión que se toma consiste en trasladar al herido desde la enfermería al Hospital Marqueses de Linares, una vez administrada la primera transfusión de sangre a Manolete, vena a vena del brazo del policía municipal Juan Sánchez Calle, y aprovechando que se le aprecia rápidamente una leve mejoría.
El traslado resulta dantesco, un santo entierro en vida, pues en vez de ser realizado en cualquier tipo de vehículo que se tuviera a mano, se realiza en una improvisada parihuela llevada a pulso por cuatro hombres. Se decidió así, muy inteligentemente, ya que se temía que las calles medio a oscuras y repletas de baches, perjudicaran el estado del torero debido a los saltos de las ruedas sobre el bombardeado asfalto.
Un cortejo fúnebre que echó al pueblo curioso de Linares a la calle
-estamos hablando de Manolete-
pues el torero en el recorrido iba perdiendo la vida a la vista de todos y con una débil voz se le oía repetir al moribundo,
"Más despacio, más despacio".
Inmediatamente el herido es depositado en una camilla del equipado quirófano del hospital, pues el doctor Fernando Garrido Arboleda decide intervenir de nuevo, está vez con mayores medios y ayudado como segundo cirujano por Julio Corzo, que no lo hizo en la primera ocasión. Es en este momento cuando a Domecq, futuro supernumerario del Opus Dei (1), se le ocurre, en una muestra de optimismo por la otra punta, llevar a los pies de la camilla de operaciones a don Antonio de la Torre, sacerdote del centro, con el fin de que Manuel se confesara.
Toca el tema Tico Medina en una entrevista que le hace al latifundista jerezano, que dice al respecto:
-Cuando lo llevaron al hospital le dije al banderillero:"A Manolete le gustaría mucho ver al cura, así que vamos a llevárselo". El banderillero de Manolo me dijo: "No haga usted esa barbaridad, que se va a asustar". Yo le aplaqué diciendo: "Mira, en la vida en ese momento no se asusta nadie, lo tengo comprobado con muchos amigos a los que he visto morir, así que vamos". Y así llegamos a la mesa de operaciones con el cura. El torero me miraba mucho. Y le dije: "Aquí te traigo al cura por si quieres algo con él, Manolo. Pero tú no te preocupes, que ahora van a operarte, y te van a dejar fenomenal". Manolete me dijo: "Bueno, ¿y qué hago?". Digo: "Tú, nada. ¡Si el confesarse es lo más fácil del mundo! Vamos a rezar el 'Señor mío Jesucristo', el cura te da la absolución y se ha terminado. Manolo, ¿quieres o no quieres?". "¡Hombre, claro!", dijo Manolo, y así fue la cosa.

Manolete es sacado del quirófano, en donde se le han reforzado las ligaduras quedando normalizado el riego de su pierna, y es llevado a una habitación inmediata en la misma planta, notándole enseguida el equipo otra nueva y leve mejoría. Y alrededor de este instante es cuando aparece en la puerta del pasillo de la planta Lupe Sino, acompañada por el Chimo, desplomada, y del brazo de Concha, esposa de El Yoni. (2)

Julio Corzo es el encargado de volverle a transfundir sangre. Lo hace en diferentes tiempos por tres veces y observa que la tercera no es admitida por el cuerpo de Manuel, con lo cual se vio obligado a interrumpirla pues el paciente se quejó de un tremendo dolor de riñones repentino; y en este trance se estaba cuando llegó por fin el doctor Tamames acompañado por Domingo Dominguín.
El prestigioso médico madrileño reconoce al torero y aprueba sin ningún tipo de reparos las dos intervenciones efectuadas anteriormente por sus colegas jienenses, aconsejando al equipo local y a los presentes que se dejara descansar al herido hasta la llegada de Jiménez Guinea. Es durante este momento de reposo cuando Manolete para sorpresa de todos, buena señal, pide un cigarrillo.
Avanza la noche y cuando se rondaban las cuatro de la madrugada aparecío Luis Jiménez Guinea con El Pipo, dos ayudantes y Gitanillo de Triana que los había recogido en Valdepeñas, y sin pérdida de tiempo se improvisa en una sala próxima una reunión a la que asistieron Camará, el omnipresente Domecq, más los doctores Jiménez Guinea, Tamames y Garrido Arboleda, sin permitírsele el acceso a los ayudantes ni al doctor Corzo, cuya opinión era imprescindible a la hora de tomar medidas ya que había realizado las transfusiones anteriores, teniendo que interrumpir la última, como se ha dicho.
Se cuenta a propósito con un documento excepcional, la versión del propio Julio Corzo, que afirmó en este sentido sin pelos en la lengua, pasados más de treinta años del suceso cuando ya se podía largar, lo siguiente:
-Llegó Jiménez Guinea y ordenó a un compañero de su equipo que le hicieran una transfusión a Manolete. Me opuse rotundamente, advirtiéndole que podía rechazarla. Recuerdo que le dije a Garrido Arboleda: "Si le hacen la transfusión, se lo cargan". Y comunicamos a Jiménez Guinea nuestra oposición. Si no se le hubiera puesto seguiría vivo hoy. Jiménez Guinea y Garrido Arboleda estaban en la habitación contigua. Yo estaba junto a Manolete viendo la transfusión que el ayundante de Jiménez Guinea le realizaba con un cardi. Estando poniéndosela dijo Manolete: "No veo, me duelen los riñones, me muero" y murió.

Eran las 5.05 horas del 29 de agosto de 1947, y en Linares en ese preciso instante comenzó a llover intensamente.

(I) "Mis primeros encuentros con Álvaro Domecq", artículo de Benito Badrinas.

(II) Ante algunos comentarios hechos de refilón en determinados foros en el sentido de que este trabajo podía pertenecer al genero rosa, a la prensa del corazón, dígnisima y hecha por profesionales de primera línea, he decido eliminar en esta entrada todo lo que tenga que ver con Lupe Sino, que como ustedes comprenderán es el personaje clave de los hechos ocurrido en Linares. Lo siento por lo lectores a los que les privo de un pasaje fundamental, pero no me gusta que me toquen los 'costaos' ni mucho menos que vacilen con mi trabajo).

("Lección de anatomía", Rembrandt)

viernes, 29 de agosto de 2008

Agonía

Llegados a este punto no cabe otro remedio que ceñirse a los acontecimientos cronológicamente, tirar de datos mondos y lirondos y renunciar a la mínima pincelada de corte sentimental. Pues lo que ocurrió en Linares desde las 18.42 horas del 28 de agosto de 1947 a las 05.05 horas del día siguiente, da para escribir un libro con más miga que Guerra y Paz.

Manolete, documentación sobra para asegurarlo, murió por lo que hoy llamaríamos un error médico.
Pero no fue este el único error que se conjugó en contra del torero con desconcertante fatalidad, ya que en la vida y muerte del mito de Córdoba se dan unos puntos realmente misteriosos, más relacionados con las ciencias ocultas y todas las mancias juntas, que con cualquier explicación racional que pudiéramos buscarles. Porque como en toda leyenda de todo mártir existe un Manolete mágico, investigación que traería otro volumen, así mismo, con más capítulos que la obra completa de Juan José Benítez y sus famosos caballos de Troya.
El primer error que paga Manolete caro, quizás con la vida, se dio cuando los diferentes porteadores que lo recogieron en la arena prácticamente cadáver, pues llegó a la camilla con las constantes vitales agotadas, se equivocaron de camino en dirección a la enfermería y, retrocediendo sobre sus pasos bamboleando al herido, se vieron obligados a perder un tiempo de oro para un hombre que se iba desangrando.
Error sobre error, se permitió que la poco acondicionada sala de curas de una plaza como la de Linares en aquellos tiempos, rápidamente se convirtiera en una romería en la que todo bicho viviente que pudo se coló, opinando cada cual a su gusto, con la consiguiente molestia para los cirujanos, doctores Fernando Arboleda y Julio Corzo, que en medio de aquel jolgorio no se les alteró el pulso y fueron capaces de realizar un primer trabajo excepcional.
Francisco Cano, Canito, logró meter nariz y cámara en el precario quirófano y ha contado mogollón de veces
-también se refiere a ello Camará-
que debido seguramente a lo deteriorado por el uso que estaba el mobiliario, ocurrió que,
"Tras la primera intervención en la sala de operaciones, Manolete fue depositado en una cama del cuarto posterior al quirófano, presenciando con mis propios ojos como, misteriosamente, el somier de la cama se hundió instantes después de recibir el maltrecho cuerpo de Manuel Rodríguez"
Parte médico emitido por don Fernando Arboleda una vez concluida esta primera intervención:
"Al terminar la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería el diestro Manuel Rodríguez, Manolete, con una herida por asta de toro al nivel del triángulo de Scarpa, con una trayectoria de 20 centímetros de longitud de abajo a arriba y de dentro afuera y ligeramente de delante atrás, con destrozos de fibras musculares del sartorio, del recto externo, son rotura de la vena safena y afectando el paquete vascular nervioso y la arteria femoral en una extensión de 5 centímetros de longitud, con extensa hemorragia y fuerte shock traumático. Pronóstico: muy grave".
Acotación, "muslo derecho". Además, el sagaz doctor refleja con sabiduría, justo encima de su firma, que el paciente "sufre anemia aguda".

("Cristo yacente", Andrea Mantegna, padre del Renacimiento)

Cogida

A Islero lo picó Ramón Atienza, que marró en los blandos al segundo encuentro dejando el casquillo de la puya en el miura. Islero fue lidiado por Pinturas, lo banderillearon Cantimplas y Gabriel González y, nadie se explica por qué aunque se piensa que se debió al revuelo que allí se formó, le dio la puntilla Bernardo Muñoz, Carnicerito de Málaga, suegro de Rafael de Paula. Mientras la cuadrilla bregaba con Islero, Manuel la dirigía en posición de firmes, cuando en esto por dentro de las tablas se acercó Camará con sigilo y casi en silencio le dijo, "Manolo, aliña, que el toro se vence por el derecho". La respuesta de Manolete fue inquietante, "por ese piton es por el que voy a ir". Testigos presenciales cuentan que a ese toro Manuel lo toreó como un desesperado, tanto que hasta le dio un molinete de rodillas, él, que carecía de facultades y que no corrió jamás en una plaza, y que minutos más tarde entraría a matar muy lento a Islero, parsimonioso en la suerte contraria, saliendo el hombre del embroque prendido en el pitón derecho del toro. El toro lo lanzó a media altura pero no pudo soltarlo, lo que le permitió al animal hacerle el molinillo en el aire, trincado por la ingle, para deshacerse de él de un cabezazo y tirarlo al suelo. Y, con un estoconazo hasta la bola, salir corriendo Islero hacia otros terrenos, pisando al hombre que yacía en la arena con las piernas completamente cerradas. Eso confundió a los espectadores más cercanos que no entendieron la cornada como muy grave durante los primeros segundos, hasta que Manuel instintivamente abrió las piernas y en ese instante brotó un potente chorro de sangre como si su zona genital fuera un surtidor.

Eran las 18.42 horas del 28 de agosto de 1947, y K-hito, que ocupaba una barrera a escasos metros de donde se había producido el percance, le dijo al conde de Colombí, que estaba a su lado, "esta es la última corrida que le hemos visto a Manolete".

Foto: Paco Cano

jueves, 28 de agosto de 2008

Matar muriendo (antes de la corrida)

Mientras Camará hacía de las suyas en el sorteo de los toros que por orden de lidia fueron Papirote, Amargao, Azafrán, Curtidor, Islero y Latiguero, Manolete descansaba en su habitación y, tras despedirse del conde de Colombí que había subido al cuarto para desearle suerte, Manuel, alrededor de la una, pidió la comida
-temprano como es costumbre por si hay que anestesiar-
y luego se dirigió al cuarto de baño, uno por piso. De regreso, al pasar por la habitación de Luis Miguel, vio que estaba la puerta abierta y se paró. El pequeño de los Dominguín, que estaba echado en la cama, notó la presencia del cordobés y le invitó a pasar.
Luis Miguel le profesó un tremendo cariño y respeto siempre a Manolete, al que conocía desde niño, ya que su presentación en Madrid tuvo lugar en la plaza de Tetuán de las Victorias, cuando el señor Domingo el de Quismondo era empresario del arrabalero coso. Debut que se produjo con un error en la cartelería, ya que en vez de Manuel Rodríguez apareció anunciado como Ángel Rodríguez, festejo del que los cronistas no destacaron ninguna cualidad especial en el bisoño torero, salvo un revistero de poca monta que apreció, y escribió, su ortodoxa forma de entrar a matar.
Además, a Luis Miguel no se le olvidaba y por ello le tuvo extraordinario reconocimiento, cuando en el año 1940 la máxima figura del toreo le viera en un tentadero delante de una becerra, y comentara en público, "Er nene de Dominguín trae la escoba".
Es en un momento de la conversación mantenida por ambos matadores de toros aquella mañana del 28 de agosto cuando al dirigirse Manuel al joven madrileño que venía a por él, por el nombre familiar pues en la casa de la calle del Príncipe se comían el Luis, ya que Luis Miguel en realidad se llamaba Miguel Luis aunque su padre alteró el orden porque sonaba más torero. Manolete, contaba 'El Patas' que le miró triste y le dijo, "Miguel, estoy harto y me retiro, y al que más le va a perjudicar es a ti. Tú heredarás a mis enemigos".

Palabras dedicadas por Luis Miguel Dominguín, poco antes de morir, a Manolete,
"Mi admiración por Manolete era inmensa, porque sólo he conocido dos toreros que no necesitaban que el toro estuviera en el ruedo para crear arte: Manolete por su solemnidad, y Cagancho, por su empaque. Sin embargo siempre comprendí nuestro destino. Nuestra ley no aceptaba otra alternativa. Parecía estar escrito. Para ocupar su sitio tenía que desalojarlo primero, y demasiado bien sabía yo que Manolete no cedería su corona al son de otra música que no fuera su propio canto funeral, aunque
-también lo sabía- ese canto fúnebre podría ser el mío.

Al fondo de la habitación número 6 de la primera planta del hotel Cervantes, en penumbra, ya había montado Guillermo la silla cuando Manolete volvió. Era un precioso vestido color rosa palo y oro, que remataba la montera puesta encima. Montera que fue la primera que utilizó aquella tarde de su debut en Cabra con Juanita Cruz y que no era de su propiedad, sino alquilada desde entonces a modesto sastre sevillano.

Matar muriendo (el viaje)

A Manolete no le gustaba madrugar, era un búho, así que siempre que podía viajaba de noche. La troupe torera inicia el viaje final, tras atravesar Castilla, llegando en una primera etapa a Madrid procedente de Santander, la penúltima fue, amaneciendo el día 27 de agosto. Como Lupe se encontraba en Lanjarón, pienso yo que Manuel se debió quedar en casa de Camará, Amador de los Ríos, número 4, porque El Pipo cuenta que estando él en la Cervecería Tropical de la calle de Alcalá, vio pasar el legendario Buick azul de Manolete, al volante, acompañado por el periodista Antonio Bellón. Añade Rafael Sánchez que le pitaron y que por señas entendió que se dirigían a casa del apoderado.
Y es gracias al periodista Antonio Bellón, un personaje muy popular en Las Ventas hasta bien entrada la década de los ochenta y con el que tuve el honor de conversar muchas tardes, por el que sabemos hasta los más pequeños detalle de lo ocurrido desde que el torero sale de Madrid y llega a Linares. Porque don Antonio, junto con Guillermo que iba conduciendo con Manolete al lado, ocupó una plaza en los asientos traseros del coche que les llevaba, con Camará, cuando tomaron la carretera de Andalucía al anochecer.
El periodista nota rápido el tono poco cordial en las vanas conversaciones que se trillan cuando quedan tantos kilómetros por delante, cuando surgió de repente el tema de sus amores con Lupe Sino, que Manuel cortó enérgico.
Llegada la hora de la cena los viajeros decidieron repostar en el Parador de Manzanares y, entre plato y plato, la charla iba sin argumentos. Manolete, como era su costumbre, decidió tomar un menú frugal, pero no siguieron su ejemplo ni Camará ni Guillermo, que se apiparon, por lo que al sentarse ambos atrás al coger de nuevo el coche- ya que el torero había pedido conducir- cayeron rendidos en un profundo sueño.
Aprovechando el silencio, Manolete, como si presintiera que algo iba a ocurrir y con un tono que a don Antonio le sonó a despedida, y le chocó, le dio las gracias al periodista por su limpia amistad y lealtad. Pasan el rato hablando de vaguedades sin detenerse en nada, cuando:
"Manolete (...) en tono confidencial, comprobando el sueño de los acompañantes, me hablaba de su honda preocupación, más por sus amores que por la hostilidad torera de las plazas. No podía renunciar a lo que era su amor a pesar de que tanto y tanto la mayoría de sus amigos se oponían. Lo que le preocupaba profundamente era el silencio de su madre cuando Manuel, su Manolo, le hablaba de sus ilusiones amatorias. El había decidido casarse con su amor Lupe Sino y deseaba que su madre estuviera presente en la ceremonia".

A Linares llegaron alrededor de la cinco de la madrugada, o sea, veinticuatro horas justas antes de morir a la 5.05 del día siguiente.
Manolete no se entretuvo, subió sin perder un minuto a su habitación y cayó rendido en la cama, era un gran dormilón, hasta casi el mediodía cuando una llamada de Lupe, le despertó.

Madrugada

"Hay que nacer,
dos solos naipes en juego,
prez cordobesa o sevillano ángel,
y lo demás no pasa de manchego".

miércoles, 27 de agosto de 2008

Presentimiento

(Para leer el inquietante pie de esta obra maestra de la fotografía realizada por Muller en la plaza de Santander, pinchen sobre ella).

martes, 26 de agosto de 2008

Sin título

"Iperterretus vir, si el mundo cruje. Así eres tú y tu oficio planetario
-Copérnico, en el potro lo dibuje-
cuando pulsas tu noble stradivario como un Tartini, un Paganini, seco timbre de oro inaudito y visionario (...) No hay miedo que una vígula se borre de cuando así te dicta.
No hay manera de hacer girar mejor la esbelta torre. Y cuando, al fin, florece en tu cadera un ala sola -la otra, ¿quien la arranca?- se abre el milagro de la manolera. Imagen del dolor, águila manca, bajo sus plumas rojas se atornilla, tu talle de encinar de Salamanca".

La penúltima

Como estaba previsto, tras pasar una semana juntos en Madrid, Manolete y Lupe se despiden, para siempre, aunque ellos lógicamente no lo sabían. Antonia se va a tomar las aguas al balneario de Lanjarón, de donde saldrá en la tarde del 28 rumbo a Linares acompañada por la esposa del Yoni, Concha, para no serle permitida la entrada a la habitación donde su novio moría.
Manolete viajó a Gijón, plaza y tarde a la que corresponde la fotografía, en la que aparece acompañado por su gran amigo Eugenio Monasterio, en cuyo domicilio se vistió, que es el señor que está a su derecha y sonríe desde el burladero. En ella se observa a un hombre sereno, a mí me encanta Manolete en esta fotografía, le encuentro hasta guapo, pero de gesto profundamente triste. Muy delgado, hundido los pómulos, ojeroso, pareciera que tiene mal color de cara, le caen dos mechones de pelo sobre la frente como a los borrachos de las películas y es una de las pocas imágenes en la que el torero mira fijo a la cámara.
Sin abandonar el norte, Manuel desde Gijón se dirige a Santander, donde el 26 de agosto de 1947 mataría su penúltima corrida de toros, a propósito de la cual Gerardo Diego, otro gran amigo, presente en la plaza así mismo, le compuso un bellísimo poema por todos conocido:
"La penúltima fue. De blanco y oro,
el aire rosa y oro, azul el cielo.
Qué andar el suyo o navegar sonoro,
la estela del capote por el suelo.
La penúltima fue. No lo sabía
nadie. ¿El acaso? Oh nave de tristeza.
Su elegancia de mástil que no arría
irradiaba coronas de nobleza.
...Toda la vida es casi y es apenas.
Todo el bosque -tan claro- suelto olivo.
Y miramos atrás por las arenas
del ruedo eterno el tiempo redivivo.
Déjalo estar, repite el Sumo Diestro
a su peón de brega y de guadaña,
la penúltima luz nimba al maestro,
siempre es la hora penúltima de España"

sábado, 23 de agosto de 2008

Para empezar, una pregunta

Según ustedes, ¿el toro de la fotografía está en puntas?

(Foto: del blog politicamenteincorrecto)

jueves, 21 de agosto de 2008

Últimos días juntos

Desde la noche del 17 pasado, cuando Manolete regresa a Madrid procedente de Toledo, a la mañana del 24 de agosto, cuando parte hacia Gijón pues estaba anunciado en el Bibio mientras Lupe al día siguiente viajaría al balneario de Lanjarón donde la sorprendió la noticia de la cogida y muerte de su novio, la pareja pasa una semana muy feliz, en soledad. Seguramente emprendiendo la tarea de los preparativos para su boda, que sería un acontecimiento social sin precedentes en la España de la posguerra. Mañanas de aperitivo en Chicote, tardes de compras y planes con sosegados paseos por la desérticas calles de la capital entre dos luces, cenas a solas y madrugadas de amor para una pareja de enamorados que acababan de cumplir treinta años.
Vamos a dejarlos solos, sin molestar, que viven sus últimos momentos juntos, bonitos momentos, pareciera como si el destino hubiera deseado dotarla a ella, para cuando todo sea ya recuerdo, con unos días finales de dicha plena. Tras este encuentro, prolongado teniendo en cuenta que la temporada hervía, Manuel no volverá a ver a Lupe nunca más, y Lupe sólo lo volverá a ver a él amortajado, pues Pepe Camará y Alvaro Domecq la impidieron entrar a la habitación número 18 del Hospital de los Marqueses de Linares, aunque nada más fuera para acompañar al hombre que amaba, de la mano, en su agonía.

La foto con la que se ilustra es la más conocida de todas en las que aparecen los dos solos. Se trata de un posado hecho en Lima durante el otoño de 1946, días después de que Manolete apareciera a primera hora de la mañana del 20 de septiembre en Barajas para tomar un vuelo rumbo a Perú, el aeropuerto colapsado de fotógrafos, llevando a Lupe cogida del brazo que le acompañaría en su periplo americano, para escándalo nacional.
No me gusta la foto, la típica de estudio muy de la época, con extraordinaria iluminación, eso sí, luz de hacha en él y frontal en ella, sobre un fondo plano degradado en grises con leve viraje al sepia para una escena que me resulta muy artificial.
Pero Lupe no es Lupe, seguramente debido a la borrachería de aerógrafo que el retratista le endiñó a la copia, una pasada de retoque, porque Lupe Sino era menos voluptuosa en morenaza de lo aparece aquí.
Más que una tía racial asalvajada
-que lo era pero no aparentemente-
en la linea de una Jennifer Jones en 'Duelo al Sol', o la refinada Margo Channing que borda Bette Davis en 'Eva al desnudo'
-que también lo era pues tenía un clase bárbara-
Antonia tenía más que ver con la Ava Garner de carne y hueso, aunque menos mundana, particularmente en el papel que el animal más bello de mundo interpreta en 'La condesa descalza'.
En la imagen va vestida a la usanza limeña con ropa y joyas tradicionales del país andino y es centro de una representación que resulta muy forzada, mientras Manuel hace un personaje secundario levemente recostado en su melena maravillosa. Elegantísimo como siempre el torero en su sastre de franela príncipe de Gales de impecable corte, camisa blanca y corbata oscura.
Lupe ríe, Manuel, no.


Pero bueno, mientras dejamos que la pareja se amase en su domicilio madrileño por unos días, nosotros vamos a la actualidad más actual para entretenernos un rato. Así que como sé que a todo grupo humano le va el cotilleo una cosa mala y como veníamos hablando de fotos y de fotógrafos, reproduzco un artículo aparecido ayer en La Gaceta de Salamanca firmado por Carmen Esteban:

Título: DUDAS RESPECTO A CHOPERA

Señor Chopera, don José Antonio, o usted está perdiendo facultades debido a la edad, o gracias a la experiencia que dan los años, anda más agudo que nunca.
SOS, pues nada más peligroso que un avispado anciano de la tribu indígena del toreo en la tercera fase, manejando sabio los mandos de la plaza más importante del mundo. Sin rubor ninguno por su parte en minar el territorio monumental a su libre albedrío con auténticas bombas humanas colocadas aquí y allí, para recibir información chota de todo aquello que se trame contra usted fuera de su control y utilizando para ello elementos clásicos dignos de la serie negra, encargados de hacer el repugnante papel del recontraespionaje.

Porque no sé si sabrá que en la plantilla venteña, muy eficaz y atenta si la comparamos con la de los Lozano y sus toledanos métodos, tiene su persona contratado a un escurridizo individuo que ejerce como uno de los cabecillas del grupo de aficionados que luchan por arrebatarle a usted la poltrona. Hoy mismamente, escribo el lunes, le pega a su gestión un bajonazo desde el blog del que es titular, lo que nos crea dudas por si el jambo pudiera tratarse de un satélite de la F.I.T. y la L.O.F.I.T infiltrado en Taurodelta, o bien al contrario, estuviéramos hablando de un submarino a sueldo de Taurodelta colocado a propósito por su despejado cerebro, en el gallinero, con el fin de estar informado y reventar cualquier insurrección de la parroquia de la que usted se lleva el jurdó. Me permitiré en cuanto me lo eche a la cara, quizás en nuestra feria, José Antonio Chopera, hacerle el parón del difunto Villalta, don Nicanor, y meterle los dedos con un par de preguntitas al respecto a ver si vomitara. El asunto del tipo al que me refiero y su postura en la plaza como profesional con destino en Las Ventas y miembro al mismo tiempo de un cónclave oscurísimo, comienza a ser muy cantoso en la corrala torera de Internet y la desconfianza de la parroquia aumenta.

Se centra el personal en que no sabemos si Juan Pelegrín es un agente al servicio de Taurodelta infiltrado entre la afición que anida en las andanadas del 7 y del 8 -Pepe Carlos Fernández al frente- o si por contra Pelegrín es un radical afiliado a la artillería pesada del abono. Facción donde militaría mientras se pasea por el patio de cuadrillas 'mordiendo' a favor de los que quieren jubilarle a usted, con lo cual su empleado se la estaría dando con queso.
Empresario, no es por nada, pero yo en su caso y se lo sugiero porque viajo pie a tierra y me pispo a tope de las movidas que se monta el peatón, le prestaría ya atención al caso antes de que sea tarde".

sábado, 16 de agosto de 2008

San Sebastián, domingo 16 de agosto 1947

Me invadió una extraña melancolía mientras salíamos de San Sebastián rumbo a Madrid aquel anochecer de agosto. Comenzaba a chispear con esa calma con la que llueve en el norte y la luz, a plomo, caía sobre un paisaje triste de recuerdos de un verano que se iba. Olía el aire a soledad y guardé silencio, a lo lejos un perro aullaba en algún caserío de algún monte cercano y la carretera mojada era un cinta negra de raso negro, que iba a parar a Linares.
Había toreado Manuel Rodríguez en el Chofre aquella tarde gris de nubarrones y se me vino de repente a la memoria el soneto que Alfredo Marqueríe le dedicó cuando alcanzó la cumbre del toreo y los intelectuales de la derecha franquista quisieron reconocerlo así en un acto que estuvo algo más que politizado,
"Miércoles de ceniza es tu faena
ya lo anuncia el mechón sobre la frente..."

Lhardy, 11 de diciembre de 1944, única ocasión en que al héroe se le vio llorar en público, detalle que al genio Dalí no le pasó desapercibido y lo pinta una primera vez así precisamente, llorando, ya que del rostro del torero en la obra del Ávida Dolars cae una lágrima, única, macho, y, aunque de surrealista estilo, se le aprecia al torero, al que pinta con halo, ambos ojos empañados por genuina pincelada realista.
Con el bofetón de calor que te pega repentino cuando procedente de Donosti -don Osti, tú- entras en la meseta y alcanzas la provincia de Guadalajara, parece como si se hubiera venido una arriba, sin otro motivo aparente que destacar se pueda, y adiós tristeza, que diría la paya de Francoise Sagan.
Imaginé la escena madrileña, pues Manuel a la velocidad de su legendario Buick ya habría llegado a casa de Lupe Sino, donde pasó la noche para salir a media mañana del día siguiente hacia Toledo, donde después de terminado el festejo sin perder tiempo regresó al nido de amor de la calle Hilarión Eslava, 26, ático rematado con una amplia terraza orientada a poniente, donde su novia le esperaba para cenar.
Qué misterioso resulta lo que pudieón hablar los amantes aquella noche tranquila, pues Manuel al día siguiente mientras se quitaba la ropa de torear en el hotel de Toledo, vistiéndose de calle con un elegantísimo y confortable patalón mil rayas y uno de los polos claros que tanto le gustaban
-¡un polo en 1947, el colmo de la modernidad!-
se quedó mirando el vestido de luces fijamente y dirigiéndose al moscón del conde de Villapadierna, un marrano aristócrata al que según El Pipo le iba la práctica de numeritos sexuales de corte escatológico, Manuel, como ido pero muy firme, le dijo a Villapadierna:
"Estoy por no ponérmela más" (1)

(1) Del libro "Así fue, El Pipo, Manolete y El Cordobés", edición Rafael Sánchez, autor Rafael Sánchez, Pipo.

viernes, 15 de agosto de 2008

jueves, 14 de agosto de 2008

Islero

No pudimos llegar al primer festejo de la feria de Gijón en el que estaba anunciado Manolete, volvería el próximo 24, pues cuando dejábamos la frontera santanderina y entrando en Asturias al autocar se le reventó una rueda, cosa corriente en aquellos tiempos ya se aprovechaban los materiales hasta la inconsciencia, y a punto estuvimos de chocar con un árbol de la carretera con un pedazo de tronco como un tonel. Ocurrió en Pendueles, de donde es natural José Luis Suárez-Guanes, conde del mismo título y crítico de ABC, al que cuando a punto estábamos de llamar por teléfono a su chateau de Vidiago para que su bondadosa persona nos acompañara cenando mientras se encontraba un repuesto para el coche y porque nos ilustrara con su potente cultura taurina, la telefonista nos informó que los señores condes habían partido por la mañana precisamente a Gijón, donde toreaba Manolete.
Nada, para encontrar una rueda de repuesto en el verano de 1947 había que sobornar a media aldea, así que tras habernos trasegado un pixín, de rabo, mojado con su correspondiente sidra y un arroz con leche que se le pusieron a Kalikatres los ojos como platos chinos, nos metimos en tertulia.
Por idea del Coronel a Noelia Jiménez se le propuso que al regreso emprendiera una serie sobre las suegras que fue muy celebrada por la mayoría -yo elocubrando para emparentar con ella- mientras con su toque a lo Guy de Maupassant nuestro prusiano coronel terció y le ofreció a la periodista de Alpedrete un hijo suyo de treinta años y un años en matrimonio. Soltero y sano, pues lo tiene a tutiplén en su casa de okupa, no sabe cómo deshacerse de él y su plan no es otro que colocarlo en manos de una mujer diez.
De ahí saltó la conversación a Islero y, en mi condición de guía turística en nuestro viaje a Manuel Rodríguez Sánchez, facilité algún somero dato acerca del toro de Eduardo Miura que mató al torero más enigmático de todos los tiempos.
Islero, junto con sus hermanos Papirote, Amargao, Azafrán, Curtidor y Latiguero había estado destinado para la plaza de Murcia, pero Camará pidió la corrida para Linares, y donde hay capitán, no manda marinero. Y ha llegado la hora de desmentir un rumor que cuajó desde el principio, en el sentido de que Islero no le tocó en el sorteo a Manolete, que le tocó a Gitanillo de Triana, y que como a Camará el toro no le gustó se lo cambió al gitano.
No es cierto, Islero le tocó a Manolete, el trueque tuvo lugar con otros dos toros, concretamente Amargao, primero de Manuel, le tocó en suerte a Rafael, mientras que Papirote, primero de Rafael, le tocó a Manolete.

Solucionada la avería, decidió la comitiva tomar rumbo de nuevo hacia San Sebastián pues mañana, 16 de agosto, torearía el califa de nuevo en la plaza del Chofre. Tarde en la que Manuel ve por última vez a su querida madre, Angustias Sánchez, que seguía con sus nietas de veraneo en Villa Iru.

(En la foto, Islera, madre de Islero, que fue apuntillada cuando amanecía, tras caer en Andalucía el diluvio universal, la mañana del 29 de agosto. Es lo más cercano que se encuentra a Islero, gráficamente, ya que el toro fue prácticamente hecho cachos, de pitón a rabo, en los corrales de la plaza de Linares seguramente para que no quedara ni rastro de él).

lunes, 11 de agosto de 2008

"Qué ganas tengo de que llegue octubre"

- Madre, conozco todo el pasado de Antonia, porque ella me lo ha contado, y yo la creo.
- Si lo que pretendes es formar una familia con esa lagarta, tengo noticias de que sufrió una operación, y que la dejaron hueca. (1)

El chantaje emocional al que doña Angustia sometió a su hijo al oponerse empecinada a que formara una familia con la mujer que amaba, resulta desgarrador. Perlas como la que abre esta entrada las espetaba cada dos por tres la buena señora con el más absoluto desprecio por los sentimientos ajenos, y Manuel sufría horrores ya que sentía adoración por su madre, aunque sin Lupe Sino sencillamente no podía vivir.
Al tener la pareja la fecha de la boda fijada para finales de octubre
-¿quizás coincidiendo con el día que se conocieron, 27, miércoles, de 1943?-
y encajando las múltiples piezas de que se dispone, se llega a la conclusión que la velada de aquel 10 de agosto en San Sebastián cuando tras matar la corrida Manuel fue a visitar a su madre que le esperaba con un reducido grupo de amigos en Villa Iru, no fue todo lo agradable que cabría suponer. Doña Angustias, cerril, se negaba a asistir a la boda de su único hijo varón y a Manuel la postura le causaba un tremendo dolor. No solo por no sentirse acompañado por el ser que más quería en día tan señalado, sino porque la boda del español más retratado de la época sería el acontecimiento social de la década y, en consecuencia, la ausencia de su querida madre pondría al descubierto una situación familiar que él no deseaba que se hiciera pública bajo ningún concepto.
Aquella noche en San Sebastián el asunto se debió radicalizar y a fechas tan avanzadas, debió ser en este preciso momento cuando a Manolete se le ocurre recurrir al periodista Antonio Bellón, personaje muy cercano al torero, rogándole que intercediera y lograra convencerla por el bien de todos, y Manuel parte hacia Huesca profundamente preocupado ante la papeleta que se le presentará en cuanto dé por concluida la temporada en Zaragoza y comiencen los fastos.

Una laguna ha quedado en el camino, la foto de Manolete siendo entrevistado en el callejón de la plaza del Chofre por Matías Prats en directo para RNE y en la que dice la célebre frase 'Qué ganas tengo de que llegue octubre', se supuso siempre que fue realizada en la segunda comparecencia del torero en la feria vasca, o sea, el 16 de agosto próximo. Pero parece ser que la escena se produjo durante el festejo del que hablamos aquí pues durante una conferencia que sobre el Mostruo impartió Fernando Vizcaíno Casas hace unos años en el Hotel Victoria, de Madrid, con Manolito Vidal de presentador, el autor de las Autonosuyas confesó que la de Matías no había sido la última entrevista de Manolete, sino que la última se la realizó él al día siguiente en la plaza de Huesca, festejo con el que se concluyen esta etapa, que fue curiosamente también según sus palabras la primera que firmó el escritor

(1) Artículo de Manuel H. Carrecedo en La Opinión.

domingo, 10 de agosto de 2008

Valdepeñas

Nos hemos tomado un respirito musical con la cosa del pasodoble pues he tenido que superar un brote de pereza enorme a la hora de ponerme a escribir esta nueva etapa de nuestro viaje hacia Linares con meta, como se recordará, en Valdepeñas. Perrez infinita al verme obligada a atacar el relato de aquella tarde manchega que fue tan triste.
Se anunciaron toros de Concha y Sierra para Curro Caro, Manolete y Pepín Martín Vázquez, que recibió una cornada gravísima el estilista sevillano que le quitó del toreo inesperadamente. No definitivamente, ya que reapareció tras una larga y dura convalecencia casi un año después, el 12 de mayo de 1948 en Barcelona, pero ya Pepín no era el mismo.
Poco más transcendió a los periódicos de lo ocurrido en la corrida, pues los titulares fueron copados lógicamente por la noticia del percance, del que veinte días más tarde todos los especialistas coincidieron en que fue muy parecido, aunque en diferente ingle, al que le quitó la vida a Manolete. Manolete murió y Pepín salvo la vida.

Era Linares en agosto de 1947 un pueblo minero de sesenta y cinco mil habitantes aproximadamente, peligrosa actividad humana la minería pues los accidentes aparatosos y en cadena son constantes. Como cirujano jefe y al mando de la medicina local, cumpliendo en la feria su función en el coso de Las Margaritas, estaba el discreto Fernando Garrido Arboleda, discípulo predilecto de don Santiago Ramón y Cajal, que desde luego el prestigioso doctor no estaría muy ducho en cornadas semejantes, pero sí se deduce que habría acumulado la suficiente experiencia en salvar con urgencia y pulso de relojero todo tipo de heridas de extrema gravedad a los miles de damnificados del puto barreno.
Dos cornadas de las que aún se habla como de exacto pronóstico, a Pepín lograron salvarlo las asistencias de un pueblo de la España profunda, mientras Manuel se desangró hasta expirar teniendo más medios sanitarios a su alcance en el muy bien equipado Hospital de los Marqueses de Linares y, por añadidura, en manos de una eminencia como Garrido Arboleda.
¿La causa de la muerte de Manolete fue un error médico? Sí, la abundante documentación de que se dispone avala mi tesis, labor de hemeroteca y de encajar las piezas del puzzle únicamente.
Pero nos quedan veinte días para llegar a Linares, y esta tarde, dentro de un rato, tendremos a Manuel haciendo el paseíllo virtual en la plaza de San Sebastián, donde en Villa Iru se encuentra veraneando desde primeros de mes la terrible doña Angustias, que nos espera con un ágape al anochecer tras el festejo.

(La foto con que se ilustra está realizada durante este viaje a San Sebastián, ignoro si a la ida o a la vuelta, en la puerta del restaurante Madrid- Irún, de Burgos, y está dedicada por el torero a su propietario Adrián Pérez).

La pieza

viernes, 8 de agosto de 2008

Felicidades, papá

A ver quien es el guapo que puede aportar una foto semejante de su señor padre. Aquí tienen a mi viejo el día que se echó a la cara a Joaquín Sabina, lo eclipsó, y, una vez eclipsado, le pegó una repasata a Joaquín que se rilan todos ustedes.
Traigo la imagen del Leo de todos los Leos, en su salsa, porque el autor de mis días cumple hoy ochenta y tres años y me apetece felicitarle desde el blog.
Papá, que pases un día muy feliz, tranquilito y sin ningún tipo de preocupaciones, como te mereces, y aprovechando la ocasión, que la pintan calva, deseo presentarles a ustedes al hombre que más sabe de la dehesa en general y del toro bravo en particular de todos los que yo he conocido en mi vida.
Para que los lectores se hagan una idea de cómo piensan los grandes aficionados de su edad, le voy a hacer al anciano una entrevista, breve, pues nos encontramos ante una enciclopedia, ya cansada, pero enciclopedia al fin y al cabo. Vamos a ver qué opina el patriarca charro del estado en que se encuentra el toreo, mejor dicho el toro, porque es torista, aunque en su juventud fue un partidario furibundo de Pepe Luis Vázquez, luego detractor, uyuyuy, de mi querido Manolete.

- Papá, según tú, ¿cual es el principal problema con que se encuentra la Fiesta en nuestros días? Y cíñete al toro, anda, guapo.
- Pues no sé, hija, son tantos los problemas con que se encuentra el toreo actualmente que no sabría escoger uno.
- Quizás el afeitado.

- Ni mucho menos, el afeitado es un problema secundario, si me apretáis os diría que el principal problema es la preocupante pérdida de casta del toro de lidia, el que se pare el toro, el que el toro haya perdido su capacidad de ataque.

- Pero si cuando ves un toro escobillado, luego afeitado, te pones igual que la moto del Marqués de la Moto de Maroto, vulgo Pepecarlos, ¿en qué quedamos?

- Ejem, bueno, siendo la manipulación de las astas del ganado un problema gravísimo, que ha existido siempre aunque nunca he visto lo que estoy viendo ahora, no lo es tanto porque tiene muy fácil solución: se puede dejar de afeitar de un día para otro y el problema queda resuelto en veinticuatro horas. Lo gordo es la pérdida de casta, eso sí que puede ser definitivo y eso sí que no se recupera así como así.

- Dices que el afeitado ha existido siempre pero nunca como ahora, explícate.

- Me explico, desde que yo tengo uso de razón a los toros, para las figuras y en determinadas plazas, se les han serrado los pitones, pero también es verdad que actualmente no es que se les sierren es que se les reducen.

- ¿?
- Mirá, hija, siendo una 'judiá' el quitarles la punta del pitón a los animales, la bellota, que es donde llevan el veneno, lo que se hace con ellos en estos tiempos no tiene nombre. Vengo observando como ahora se les reduce la cornamente desde la cepa. Es decir, sacándoles virutas a lo largo y ancho de cada cuerno como el que afina con una garlopa, por ejemplo, la pata de una mesa, o exactamente igual que el que corta lochas de jamón procurando no llegar al hueso. Sólo teneis que fijaros en que las astas de todos los animales que salen en todas las plazas, salvo en Madrid donde también salta algún animal tocado, hoy no se ven pulidas, finas y brillantes como las da la naturaleza. Salen bastas, de otro tono y
casi siempre sucias y manchadas de cal debido a los roces de los animales contra las paredes. Un toro en puntas ya puede liarse a cornear o a frotarse las astas contra un muro blanco, que como esté limpio jamás le quedarán restos de cal en los cuernos, ¿me entiendes?
- Mas o menos, ¿cual sería el método empleado para demoscharlos de esta manera?
- Pues con la perrería de las fundas, mueco va, mueco viene, y como tú decías el otro día en el periódico, se aprovecha el tenerlos inmóviles para quitarles una cuarta por delante, luego se les va rebajando la totalidad del grosor desde la testuz como te he dicho antes, a continuación se les afila los extremos para que parezcan astifinos y, por último, se les pinta de negro el tramo final para dar la sensación de que aquí, señores, no ha pasado nada.
- ¡Jo!
- ¿Soluciones dices? Dos, o bien que los públicos vaciaran las plazas, o bien que algún aficionado se decida a poner una denuncia con todas las de la ley, por fraude, en comisaría. La otra solución pasaría por que los ganaderos recuperaran el orgullo de serlo y que no fueran auténticos esclavos, teniendo la materia prima como la tienen, de empresarios, toreros y de la fauna taurina en general.
- ¿Alguna cosa más?
- No, nada más, ya he comido como un rey y me voy a echar la siesta tan pancho hasta la hora de la corrida.

Bueno, papá, pues que descanses, felicidades, que cumplas muchos años más con salud, y que sepas que tanto mamá como mis hermanos y yo, y los niños, te queremos muchísimo.

(Foto: Rosa Jiménez Cano)