Triunfo en Vitoria

Tras su segundo viaje a México, en esta ocasión acompañado por Lupe Sino para escándalo nacional, las broncas entre Manolete y Camará eran frecuentes. Manuel, que ya tenía fijada la fecha de boda, le había dicho a su apoderado que le preparara una temporada corta, estaba agotado, se retiraba del toreo para casarse y su deseo era pasar un verano con las menos complicaciones profesionales posibles.

Pero el apoderado, exprimiendo la fabulosa máquina de ganar dinero que era el torero más caro de todos los tiempos (llegó a cobrar doscientas cincuenta mil pesetas en la España de los años cuarenta y un millón en México por actuación) no le hizo caso y le firmó todos aquellos contratos que consideró convenientes, preparándole un verano muy intenso, durísimo, tan intenso que a últimos de agosto se vería cara a cara con el cachorro de Domingo Dominguín, que venía a por él sin piedad Luis Miguel, en un pueblo de Andalucía, Linares, y frente a una corrida de Miura.

Lupe, conocedora como nadie del desgaste tanto físico como mental que su novio arrastraba y al comprobar la inhumana campaña con la que debería enfrentarse en unas condiciones anímicas tan lamentables, había declarado tres meses antes a una revista, premonitoria, sabia, alarmada Lupe Sino,

"no pararán hasta que le vean muerto".

Sí hubo nueva pelea, y gorda, en el hotel Frontón de Vitoria a la hora de la cena la noche de la primera actuación de Manuel allí. Incluso Lupe, como acostumbraba, llamó a su novio y éste, seguramente para no malear aún más la situación ya que Camará la odiaba, no quiso hablar con ella y le rogó al Pipo que se pusiera él al teléfono para decirle que todo había ido bien y que en esos momentos estaba adormilado tras una tarde, la del 4 de agosto, en la que gracias a un esfuerzo titánico logró cortar dos orejas. Al día siguiente, 5 de agosto, ayer hizo sesenta y un años, prácticamente muerto en vida, se hizo con otra de su segundo toro.

En Vitoria había quedado definitivamente la sensación en los tendidos, a veinticuatro días de caer fulminado por Islero, de que Manolete no podía seguir toreando en semejante estado, o de lo contrario...

Disponemos de un documento excepcional que da fe de lo que digo, un testigo presencial, el periodista Gregorio Altube, que escribe lo siguiente sobre la impresión que le causó el torero cordobés durante el primero de sus dos festejos consecutivos en la plaza vascongada,

"Sumido en aquel desconcierto, Manolete sonreía, y lejos de traslucir su talante una expresión de tranquilidad denunciaba la inquietud que caracterizó sus dos últimas actuaciones en el ruedo victoriano. En el sexto toro, segundo del lote de Parrita, Manolete se lanzó a un quite brutal. Fueron dos lances y media verónica, tan ceñida, que abortó el recorte. El toro en el viaje llevaba la cara alta, el cuerno izquierdo iba derecho al corazón; Manolete aguantó impávido, suicida, y entonces le vimos morir. Estuvo muerto, y si no se ha sabido es porque el toro, ladeando la cabeza, evitó que lo difundieran los periódicos, pero creedme, Manolete estaba muerto".

(Acerca de la foto que he escogido para ilustrar el post, en la que se ve a Manuel desayunando en el hotel Victoria, habitación 220, quiero que sepan que el Monstruo tenía dos complejos físicos. Sus grandes orejas y sus pies, que nunca enseñaba excepción sea hecha en la presente imagen, pues los tenía muy deformados debido a los pisotones de los toros).