Dos y dos

Entro en esa polémica, sin cuajar todavía la polémica, y a saco entro. Como una fogonera atizando una locomotora del far west, más maera, que esto parece que pita. ¿Cómo quieres que tenga la, la, la, la cara blanca?, si soy carbonerita, si soy carbonerita, de, de, de, de Salamanca.

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Nada, que dos reliquias de nombre Julio Aparicio y Pepe Luis Vázquez han dicho ahí vamos nosotros, amosallá, y al personal le ha entrado una zozobra con la cosa que debería ser aprovechada la situación por el bloguerío del cuerno, pocho, para empezar a tirarnos unos a otros los platos a la cabeza. Nada más rentable para nada que la polémica: tanto el "todos de acuerdo", como los grupitos, la sectas y otras comidas de tarro, a lo único que conducen es a que se desperdiguen nuestras fuerzas para beneficio exclusivo del enemigo.

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Gran noticia que reaparezcan Julio y Pepe Luis, dos hombres limpios, que junto con Morante de la Puebl y Curro Díaz vienen a restaurar una escuela olvidada, clásica como la primera, que es la de los toreros artistas. Dos y dos. Dos valientes: Curro, al que se le ha obligado a permanecer en la profesión en unas circunstancias muy alejadas a las de los toreros de su corte, tragando quina, y Morante, que es de todos los de arte que yo he visto, el que más valor tiene de ellos. Vamos, que ambos pueden con el toro, y el que no se haya pispado de eso es que está con la chochera.

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Luego los otros dos, de dinastía ambos, luego ricos por nacimiento, luego jugarse la vida con el riñón cubierto es harto difícil, y eso también se debe tener en cuenta a la hora de catalogar a los toreros. Más cortitos, chungos de izquierdo, apenas ya sin motor, así que la duda me corroe igual o más que a ustedes. Eso sí, de lo que estoy segura es de que yo prefiero anunciados a Pepe Luis Vázquez y a Julio Aparicio en la feria de Castellón, verbigracia, mil veces antes que a El Fandi, a El Cordobés y a El Duque, que ya los tienen ustedes colocados por todo lo alto en la capital de La Plana, a tres pesetas, me imagino, porque la terna es la más barata que se puede dar y los julais sin embargo van a verla.

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Pertenezco a esa clase de aficionados que prefiere presenciar la torera carrera de un tío despavorido, de un hombre sin papeles (soy humanista) que la tanga de un velocista en la arena tirándose el rollo patatero, atleta, obrero o bailarín, copando un puesto en las ferias que no le corresponde. ¡Los toreros de age, de nuevo! Menuda bola, a los que exterminaron los taurinos, marginándolos de las plazas, para colocar en sus puestos a una serie de pegapases insoportables, domesticados, que han convertido el toreo en el espectáculo más aburrido y vulgar del mundo. Yo, de momento, a viajar detrás de ellos me dispongo, menudo añito: busco chófer.