Peaso corría de Sarduendo

Cinco sardinas de Zalduendo -y un toro castaño- fueron lidiadas en la plaza de Valencia para poner en marcha el Año Ponce ante la horchatera afición de su tierra, mano a mano con Juli, antes El Juli, de cuya inauguración salió el del Año derrotado.
Escamadas las sardinas, de pocas chichas, con cabezas y espinas recortadas como listas para ser fritas y degustadas en un picnic al sol de la calle Játiva. Corrida de Zalduendo afeitada, de cuerna pocha, chica y sin trapío, que no es lo mismo una cosa que otra aunque lo parezca. Sucia, pues no se sabe lo que les pasará a los toros en las mazmorras de los chiqueros últimamente, que salen empanados en arena, con cascarrías traseras, bosta a granel en las pezuñas, babas que cubren toda la cara, montoncitos de arena en la cuenca de los pitones, uyuyuy, blancos los lomos del ganado de cal seca... y, por si fuera poco y sospechoso arroz y porque estamos en Valencia, el segundo de la tarde apareció por los chiqueros sangrando a borbotones gracias a la divisa, colocada muy baja, como si se hubiera aprovechado la ocasión para pegarle un puyazo al toro. Aquí ya no se paran los toros ni se fijan, no por el mataó, sino por los peones, y campan de salida a sus anchas los animales por el ruedo aprendiendo lo que no deben para pegarse un sonoro coscorrón en cuanto rematan en un burladero, obedeciendo el movimiento de un capote que sale traicionero por arriba. Ni se torea con el capote, ni se pone un toro en suerte a la hora de picar para aliviarle el trago, ni se pica adelante para no hacer daños alevosos que va el palo a los riñones directamente, se atosiga en banderillas, las interminables faenas de muleta son ventajistas para el hombre y una permanente desventaja para el comportamiento y lucimiento del toro y se suele matar de bajonazo vil.
Ejemplo de lidia atroz como se han visto pocas fue la del tercero de la tarde cuando los quite machacones, sin haber recuperado la respiración el animalito tras embestir con la cabeza muy baja al abandonar el peto, lo brearon a mantazos ambos diestros dando la sensación de que el toro iba completamente asfixiado bajo un manto de sangre que le cubría el lomo entero y parte del morrillo como si llevara encima un edredón.
Pues así y todo, tras esta espeluznante narración, la corrida de Zalduendo embistió desde que puso el pie en la arena hasta que fue arrastrada. No volvió la cara jamás, iba larga, se movió hasta el final con tranco, manseó lo mínimo, no fue tonta que lo que fue es molida, tuvo casta, y raza, y fue brava, pero estábamos ante bravos tullidos y ser tullido y bravo debe ser una putada como otra cualquiera de la que nadie esta libre a capricho de la madre naturaleza.
Saben que a servidora le preocupa muy poco el asunto del afeitado porque eso se arregla de un día para otro: en cuanto lo decida la Autoridad de un plumazo y el que afeite a chirona, adiós muy buenas al afeitado de las reses de lidia. Lo gordo es la caída en picado de las cualidades del toro de casta como animal de combate, bajo mínimos en estos tiempos, cualidades que tuvo la corrida de ayer de Zalduendo pues jamás rehusó la palea, jamás, otras cosa es que la redujeran a "palos" y el personal la viera como una bueyada que anduvo por allí sin interés ninguno para el espectador novato.
Señor Fernando Domecq: usted sabrá mejor que yo que tiene fama de ser el mejor ganadero de todos sus hermanos y que el toro que usted cría es apreciado por el aficionado como el de más picante de todo el encaste familiar, y yo coincido en la opinión. Pero ¿para qué los cría, para permitir que luego en sus narices sean machacados con su permiso tiempo antes de saltar al ruedo para gloria de la Moheda extremeña donde nacieron?
¿No le da vergüenza a usted cómo presentó ayer en Valencia la corrida tras acertar en su selección? ¿Se siente usted hoy como ganadero más contento con lo visto o hubiera preferido copar titulares con su nombre a todo trapo?
¿Qué intereses defiende usted?