Muy bien Jiménez Fortes

Cómo estará el patio que a mí sólo hay un novillero que me guste, no desde ayer, sino desde el mismo día que puso el pie en la plaza de Madrid aquel chavalín de Málaga mucho menos hecho que ahora. Dueño hoy, más cuajado, de unas perfectas hechuras si consideramos el cuerpo como la herramienta, y un careto de torero sesentero como bien se aprecia en la foto de lasventasweb, que es una foto exacta a las del carnet de identidad del fotomatón.
Fui a verle a él únicamente, a Jiménez Fortes, ya que al vulgar extremeño Manuel Larios y al pinturerete de Segovia los tengo calados también desde el primer día, pues me encuentro en el grupo de esos aficionados que no faltan nunca al reclamo que anuncia a uno como "nuevo en esta plaza".
De paso, querida resistencia malakeña, además de ver a un joven torero que progresa y al que ustedes tienen la obligación de impedir que lo vuelvan majara por esos litorales, que tiene valor y que se coloca muy bien, que sabe torear, me llevé mi recompensa en premio al viaje. Que hay tardes que meterse en el OVNI venteño a la hora del despegue es una aventura sideral, por mucho que vayas acompañada con lo que ello garantiza por Juan Luis Cano, Gomaespuma, que este año se ha abonado nada menos que con Juan Verdú y Germán Pose Plata -peligro, vuelve el hombre- a tiro de bote de la que aquí firma.
Acierto oportunísimo del señor presidente Manuel Muñoz Infante, cuando la nave naufraga es obligado mantener el rumbo se quiera o no, por no concederle la oreja de un novillo de Cancela al retrechero Víctor Barrios, que movió el body en una no merecida vuelta al ruedo pues, faena aparte muy despegada, no se puede matar al enemigo de semejante puñalada intercostal, que al enemigo siempre hay que aplicarle una muerte digna, incluso siendo toro.
Y Luciano Briceño, picador de toros, la recompensa más grata, gloria a Briceño.
Y luego de postre la muerte del retaco Napoleón, lo que más me ha hecho tilín sin duda alguna en lo que va de feria. Muerto el novillo de otra puñalada similar a la narrada, pero muerto, echado casi en los medios sin puntilla mucho más allá de las rayas, barruntó el cadáver que era ya Napoleón al puntillero que se acercaba sigiloso desde el rabo por su pitón izquierdo, y le tiró una cornada desde el suelo que casi lo trinca. Pacientemente y viéndole las orejas al lobo el sabio puntillero se dio la vuelta y lo intentó por el otro pitón y fue Napoleón, revivió, le lanzó otro derrote, y se levantó. Novillo, que muerto y si no había suerte con el descabello era de avisos tres, pues el animalito llegó hasta las tablas y allí sujetó su agonía, siempre mirando para afuera, plantándole guerra a sus matadores sin volver jamás la cara, justamente Napoleón, el ejemplar extraordinariamente bien picado por Briceño.
¡Qué cosas!