Ha sido aquel

Hablando de El Cigala, recuerdo que el director de la agencia del colorín donde yo colaboraba por entonces y dada mi familiaridad con el bronce, me encargó la investigación de un soplo, en exclusiva cara, que le había llegado a través de uno de nuestros informadores acerca de la relación bajo cuerda que mantenía una joven dama de alta cuna y de baja cama, dama, dama, con un gitanito que yo conocía y frecuentaba, bailaor.
En este tipo de curro el triunfo reside en una discreción a prueba de balas como comprenderán, pero conociéndole como le conozco compartí el secreto con Dieguito, recordándole que debía ser una tumba previa compra de su silencio con este aplastante argumento:
"Si sale, te unto".
Diego el Cigala es uno de los hombres más inteligentes que conozco, ahí está, arriba, después de tanto y tanto traqueteo. Con un sentido del humor grandioso el Farina y como la guasa le sobra para soltar una maldad a tiempo, una noche metidos en fiesta con mi perseguida pareja de aristócrata y calí presente en la cueva, yo no vivía pensando en la manera de comunicar con mi director
-entonces no había móviles-
para que pusiera dos fotógrafos como dos postes plantados en la puerta del garito para que la dama y el gitano fueran abrasados a flashes cuando llegara la desconocida hora de salir.
Al más tonto de los gitanos le rogué que me acompañara a una cabina de teléfonos para llamar, pero que si quieres arroz, Catalina. El más tonto de los gitanos era tonto pero además era gitano y dijo que él no se movía de allí con la que estaba cayendo, así que recurrí a Dieguito para que le obligara, y nos fuimos los tres aparte:
- "Oye, 'sulprimo', vete con la condesa donde ella diga y mañana hablamos".
. "¡Anda que la condesa lleva hoy una noche..!"
- "A la condesa lo que le pasa esta noche, compae, es que es la mujer oreja, mírala hasta se le está poniendo cara de oreja, ¿no se te parece a El Bola?"
Desde entonces lo de la mujer oreja, ser un oreja, creo yo que quedó acuñado en la gramática flamenca y en parte se me debe a mí pues le he sacado partido a tope, difundiéndolo además entre los periodistas oreja, que deben abundar cuando los periodistas son periodistas y no oficinistas fijos en la nómina de un editor.
Al grano, que me enrollo y me voy por las otoñales ramas, llevaba una bastante tiempo sin ejercer de oreja, torera, de mujer oreja, pero el caso Ballesteros parece me ha vuelto a activar.
La pelotera es gorda, gordísima. Las intrigas, miles; el largue por la sordi, sabroso; los silencios, tácitos, y las consecuencias serán imprevisibles por la gravedad de unos hechos cometidos por los políticos, en los que se ha jugado delictivamente con el sagrado dinero de los contribuyentes a favor como siempre del poder. Graves e imprevisibles consecuencias para el futuro de la Fiesta en la comunidad madrileña, ya digo, siempre que la oposición pidiera explicaciones en serio a sus colegas peperos de la CAM, los jueces escarbaran como deben y la prensa aireara unos hechos muy oscuros y con muchos tentáculos, dándole el seguimiento que el caso se merece.
Servidora no puede prever qué es lo que sucederá en cuanto José Pedro Gómez Ballesteros declare el próximo diciembre y la máquina de la Justicia, engrasada, coja velocidad. No me llega la suficiente información, pero si me aventuro a adelantar que la situación podría desembocar en un cruce de acusaciones entre unos personajes y otros que muy bien resumiría aquella frase del mítico Billy Wilder:
"El órgano más peligroso del cuerpo humano es el dedo índice, siempre está dispuesto a señalar a alguien".
Luz y taquígrafos.