Sardinas del Puerto

Una de las rémoras que lleva a cuestas la Salamanca taurina, es el ridículo que viene haciendo desde hace años en la Maestranza, adonde acude con verdadero complejo de inferioridad sobre todo ganaderamente hablando.
Lejos queda aquella legendaria tarde sevillana en la que El Viti -saludos, san Santiago- inmortalizó a un toro de Samuel Flores, que dio lugar la faena a la no menos legendaria pieza literaria firmada por Alfonso Navalón en crónica magistral titulada 'Una encina en la Maestranza'.
Salamanca tiene un defecto principal: no se sabe vender, y menos en el sur por donde el chalaneo campa a sus anchas con más arte que la mar, foco mayor el cogollo de las fincas jerezanas. Lo cual parece mentira en tierra charra de míticos tratantes capaces de venderle la burra al más pintao, entre los que pasa a la historia el tío Botines como fino especialista, padre de los Fraile, actuales ganaderos los cuatro hermanos en la picota.
El cachas Valverde aparte, que nos representa en el Baratillo con la de Miura hecho un tío todos los años, y la gran corrida mocha, ummm, de Moisés y su pilar Pilar; lo más bochornoso que ha sucedido en la presente edición de la feria de abril del 2009 ha sido el estrepitoso fracaso por vergonzosa presentación y comportamiento de los toros del Puerto de San Lorenzo, sardinas con todos mis respetos para las sardinas, que habrá sardinas que se te encampanan si te las encuentras de cara por esos bancos de peces de esos océanos.
Y es que ya lo resumía conociendo el percal como pocos don Miguel de Unamuno con aquella guasa suya de sabio pasado de compás, que dejó dicho lo siguiente retratando al personal con tino:
"Salamanca es una ganadería de ganaderos".