Mi primer recuerdo relacionado con los toros podría remontarse a cuando una gateaba y se lo debo a la Vaca Romera, un artilugio de madera relleno de paja con una manta arriba que sacaban los hombres de mi pueblo tal día como hoy, domingo de carnaval por la mañana después de misa, para asustar a la mujeres.
Si las mujeres temblaban sólo con pensar en verse acorraladas por la Vaca Romera, no les quiero contar las niñas, a las que las abuelas nos contagiaban desde la cuna un miedo antiguo, como de otro mundo, sobrenatural, y como yo no he vuelto a sentir otro.
Nunca se sabía quien era el mozo que iba dentro de la vaca, por tanto tampoco se sabía la señora o señorita que el año en curso sería empitonada por el artilugio ni por qué razón, lo que convertía a toda la población femenina en blanco perfecto de aquella tarasca casera con el jolgorio correspondiente del vecindario entero.
Pueblos de la Raya desde Pontevedra a Huelva donde tan presente está el toro y en Él nos educaron, tropa de torerillos llegados en su busca con el hato al hombro, plaga de Egipto para las cosechas, enjambre exótico, bailongos donde el que más se había arrimado por la tarde era el que cortaba el bacalao en la pista, ruido de puñetazos en el ambigú:
. Chacho, ¿qué ha 'pasao'?
. Na, que se acaban de enganchar los del Cuco con los forasteros.
(en la foto, de taurovaliente.com, Juan Guerrero)
No hay comentarios:
Publicar un comentario